Bolivia tiene una de las poblaciones más emprendedoras del mundo. Este es uno de los principales resultados de varios estudios realizados por la Escuela de la Producción y la Competitividad/Maestrías para el Desarrollo de la Universidad Católica Boliviana San Pablo (UCB). El sentido común entiende el espíritu emprendedor o emprendedurismo, una traducción fea de entrepreneurship, como el arte de crear nuevas empresas. El tema del emprendedurismo, en los países desarrollados, suele conjugarse en singular. Se piensa sobre todo en el emprendedor individual como héroe, un luchador solitario, un visionario solitario que, venciendo todas las adversidades, al final triunfa y se hace rico.
Sin embargo, en realidad como la boliviana, el concepto es más amplio y profundo: se refiere a la capacidad que una persona o colectividad tiene para crear nuevos productos o servicios, y/o nuevos métodos para producir, hacer sociedad y enviar bienes, acciones y servicios al más bajo costo. Entonces, por nuestras tierras existe un emprendedurismo de múltiples facetas: social, cultural y político. Por lo tanto, en un contexto más dinámico, el espíritu emprendedor, en países como Bolivia, está conectado a la economía social y al desarrollo local.
La semana que termina asistí a un interesante seminario en Barcelona (Desarrollo local e innovación social) organizado por el Proyecto Emidel y donde participan la Alcaldía de La Paz y la UCB. El evento discutió, desde una perspectiva académica y práctica, la conexión entre emprendedurismo y desarrollo regional. Aquí les describo algunas de las ideas sobre estos temas.
Emprendimiento es un concepto muy anglosajón; en el país deberíamos llamarlos agitadores productivos. Estas miles de acciones sociales, tanto en el campo como en las ciudades, muestran a los hombres y mujeres del país sin ningún apoyo de políticas públicas, que le dan la pelea a la pobreza y, en algunos casos, crean empresas y/o acciones exitosas. El emprender es una actitud de vida y está mucho más conectado a una dimensión social. Se diferencia de empresario clásico, porque éste puede ser una condición social o un privilegio político, y no así resultado de acciones creativas o innovadoras. Por supuesto que también existen empresarios que son genuinamente emprendedores.
En países en vías de desarrollo, como el nuestro, la mayoría de las emprendedoras son mujeres, así lo mostró el estudio Mujeres y Emprendimiento en Bolivia 2011. Áreas Urbana y Periurbana, 2011, hecho por la UCB. Lamentablemente, la mayoría de los emprendimientos, de hombres y mujeres, son por sobrevivencia y no por oportunidades. Porque, emprender y ser exitoso en el intento, es convertir una idea en empleo y en generación de riqueza. Es aprovechar la oportunidad social o económica para transformar la sociedad y la economía. Por el contrario, el emprendimiento por necesidad puede ser tan sólo una estrategia de sobrevivencia, generalmente en el sector informal. El desafío, por lo tanto, es apostar a los emprendedores por oportunidad. En España hay varios ejemplos en esta dirección.
Otro mensaje del seminario de Barcelona es que el espíritu emprendedor puede también estar inmerso en colectividades, más aún, el desarrollo del emprendedurismo puede ser resultado de una acción colectiva donde intervienen las políticas públicas, la iniciativa privada y la sociedad civil organizada actuando en redes. Descubrir oportunidades de negocios, armar planes, realizar acciones sociales, montar empresas y hacerlas competitivas requiere de capital social y de tejido institucional; de un ecosistema complejo. La construcción de una sociedad emprendedora puede ser una tarea coordinada por el Estado, resultado de los incentivos del mercado, de acciones de economías solidarias o de una combinación de las tres fuerzas.
Existen varios modelos de política pública para impulsar una economía emprendedora que tengan como base el desarrollo local. Una alternativa que funcionó en otros países es la siguiente: Gobiernos locales financian investigación y desarrollo aplicado a negocios o a la creación de empresas, tanto en las universidades como dentro de empresas ya constituidas; ayudan a incubar empresas y, asimismo, compran productos y servicios novedosos creados por firmas locales. Las empresas ya constituidas contribuyen con inversiones estratégicas y también transfieren tecnología, compran bienes que resultaron de alguna innovación, aportan con capital humano y ayudan al financiamiento. El sistema universitario competitivo y de alto nivel, además de realizar investigación, transfiere tecnologías y provee de capital humano a incubadoras de ideas y negocios y aceleradoras de empresas. Éstas, que son el corazón del modelo, son iniciativas privadas que pueden estar o no conectadas a asociaciones.
Otra alternativa es apostar a las economías solidarias. Éstas son un conjunto de prácticas económicas de producción, distribución, circulación, consumo e inversión, que pueden ser formales e informales y que tienen objetivos más amplios, como la satisfacción de necesidades y no sólo el lucro. Se organizan de forma democrática y evitan externalidades negativas. Éstas pueden ser asociaciones de productores, de amas de casa, cooperativas de todo tipo, tiendas de comercio justo, asociaciones de consumo responsable, fundaciones, organizaciones que gestionan bienes comunes, instrumentos de financiación solidaria, trabajo colaborativo en Internet, entre otros. Las economías solidarias, generalmente aunque no exclusivamente, trabajan a nivel local, pero también requieren de la acción del Estado y la complementación de un sector privado tradicional. En suma, el emprendedurismo es multifacético, puede alimentarse de la economía solidaria y desarrollarse a nivel local.
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