jueves, 19 de julio de 2012

TALLER DE CAPACITACIÓN JUVENIL EN ASUR GENERA OPCIONES DE VIDA

Lejos de la tentación de emigrar a Sucre, Santa Cruz e incluso Europa, jóvenes de comunidades de Icla, Tarabuco y Sucre apuestan por su adiestramiento en el arte de los textiles y la cerámica como una opción para permanecer en sus regiones, continuar sus estudios y rescatar sus valores culturales.
Ese es el principal propósito que se ha trazado la fundación Antropólogos del Sur Andino (ASUR) con el proyecto “Revalorización cultural y fortalecimiento de las organizaciones de artesanos de las regiones étnicas Jalq’a y Tarabuco” que en los próximos meses cerrará su segunda fase.
Los jóvenes, de entre siete y 17 años que participan del mismo, han encontrado en la capacitación en textiles, cerámica y tapices precolombinos una opción para desarrollarse, encontrar un medio de sustento alternativo y afrontar el fantasma de la migración que ronda el área rural por la carencia de oportunidades.
Desde 2011, comunidades como Qhellu K’asa en Icla; Pampa Lupiara, San José de Paredón, Phisili, Q’ollpa Pampa en Tarabuco; Maragua, Potolo, y barrios como Villa Cruz y María Auxiliadora en Sucre, han apostado porque sus niños, adolescentes y jóvenes hereden como legado las costumbres y tradiciones milenarias del arte textil, tan apreciado en el país y el exterior.


EL PROCESO
La primera fase del proyecto implicó el aprendizaje del tejido y la cerámica; el segundo año, 2012, se concretó la profundización de la técnica y el perfeccionamiento de la artesanía y el tercero, al año, concluirá con la capacitación en organización, gestión y administración. Todo un plan pensado para que los jóvenes artesanos puedan iniciar emprendimientos privados y generar su propio sustento.
El éxito del proyecto incluso ha despertado el interés de los colegios del área rural que ven este taller como el complemento perfecto para la formación de oficios requerido en la nueva ley educativa, según cuenta el coordinador de este proyecto, Santiago Pórcel.
Y en esto mucho ha ayudado la nueva Constitución Política del Estado con la premisa de recatar los valores ancestrales y culturales. “Antes casi nadie quería tejer, les daba vergüenza, incluso los profesores decían que se estaba dando un paso hacia atrás”, recuerda Porcel, uno de los fundadores de ASUR.
Ahora, la mentalidad de algunos jóvenes parece cambiar de alguna forma, con iniciativas de capacitación como el tejido. “Si nosotros usamos la ropa de afuera, por qué ellos no pueden usar nuestros tejidos”, reflexionan en referencia a la globalización.
Y en efecto a algunos les gusta el tejido y a otros no. Por ejemplo, de la decena de alumnos de la pre promoción del colegio de Phisili, sólo tres mujeres apostaron por dedicarse al tejido e incursionaron en este programa. Sin descuidar sus clases se dedican a capacitarse en tejidos los viernes y sábados. Las capacitadoras son sus propias madres, artesanas que también fueron capacitadas años antes por ASUR, perfeccionaron su arte y ahora están en capacidad de enseñar.

Los sueños de los tejedores

Verónica y Claudia Champi, primas, son dos adolescentes que cursan el penúltimo curso de secundaria en Phisili. Ellas, junto a otros 14 menores se capacitan en su comunidad en textiles. Fueron elegidas para llegar a Sucre y participar de la exposición de trabajos del programa de ASUR, donde mostraron orgullosas las sacas (textil de la etnia Tarabuco) que tejieron.
Ellas sueñan con entrar a la Universidad. Claudia quiere estudiar Medicina; a Verónica le gustan las matemáticas y no descarta inclinarse por Contaduría Pública. Quieren lograr ese sueño y también quieren dominar el arte del tejido. Su ilusión es progresar, ayudar al progreso de su comunidad algún día, sin olvidar su cultura.
En el taller de Maragua, en tanto, hay un sueño que no deja dormir a Saida Romero Aguilar, una adolescente de 13 años que cursa octavo. Su madre llegó a ser una destacada tejedora de la cultura Jalq’a, a tal punto que llegó a constituirse en profesora de este arte. Saida quiere seguir sus pasos y por eso se esmera en los tejidos que ha empezado a perfeccionar.
En este caso, la familia es un núcleo de apoyo e incentivo para aprender el tejido; también su prima Guillerma Aguilar se ha contagiado del gusto por el tejido y la acompaña en el programa de ASUR. Ambas estudian en el colegio 24 de Septiembre de Maragua y, claro, también tienen sueños de profesionalizarse, sin olvidar sus raíces y tradiciones.
Entre juegos y risas, los jóvenes aprenden y pulen su arte. Se preparan para encarar el futuro con dos armas: su estudio y el arte de sus ancestros.

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