"¡No había pues estas casas tan altas, sólo había chocitas de adobe, en medio de la arveja y la cebada! Yo chiquita iba a pie a El Alto... rej, rej, rej subía... Pero mirá ahora, ahí arriba todo es casas, antes era vacío, eucaliptos nomás había. Mirá las casas, algún día puede haber un terremoto y nos va a tapar toda la ciudad”, dice Leandra Müller mientras desde la avenida Entre Ríos señala cómo ha crecido su zona Chamoco Chico.El barrio está ubicado en el noroeste de la ciudad de La Paz, en la parte trasera del Cementerio General y es parte del macrodistrito Max Paredes.
Hasta los años 50 era un enorme sembradío de arvejas, cebada, cebolla, papa y otros productos agrícolas que alimentaban a los paceños. Hoy es uno de los barrios comerciales más poblados y por encima de sus viviendas "vuelan” las cabinas rojas del teleférico, que llevan y traen gente de La Paz a El Alto y viceversa.
Los vecinos cuentan que se trataba de una hacienda del terrateniente Francisco Loza, propietario de todo el terreno que se extendía desde detrás del Cementerio General hasta la Ceja de El Alto.
"Era la comunidad de un hombre que se apellidaba Loza, pero dicen que con la Reforma Agraria a sus trabajadores les tocó la tierra y construyeron aquí sus casas”, cuenta Estela Rodríguez, una mujer de 86 años que vio crecer Chamoco Chico desde su casita, ubicada en la calle Canchas Blancas, a una cuadra de la Entre Ríos.
De acuerdo a testimonios de vecinos que se incluyen en el libro Historias de los barrios paceños, publicado por la Alcaldía de La Paz, el municipio compró la propiedad de Loza y la vendió a sus trabajadores y otros, que se asentaron en el lugar desde los 60, aproximadamente.
Estela recuerda también que en la chacra crecían enormes vacas que pertenecían a una lechería.
"Las lecheras bajaban a pie temprano con sus latas de leche hasta la ciudad, para ir a vender casa por casa”, cuenta.
Chamarreros y viajeros
Leandra Müller llegó a vivir a la zona en los años 70. Era vecina del Puente Topáter, de la avenida Buenos Aires, pero cuando se casó tuvo que seguir a su marido hasta Chamoco Chico.
El lugar comenzaba a poblarse con pequeñas casitas, aún de adobe, al borde de un gran río, que era el desemboque de otros riachuelos que bajaban desde El Alto.
Las plantaciones habían comenzado a ser reemplazadas por casitas y precarios talleres de los "chamarreros”, artesanos que diseñaban y cocían chamarras para venderlas en la calle Tumusla.
"Nosotros bajábamos a vender las chamarras en la madrugada. La gente nos compraba harto, eso era antes de que llegara tanto contrabando”, dice Leandra.
"También vivían por aquí los viajeros al Desagüadero, Perú, que traían mercadería”, recuerda Marcelino Quispe, vecino de la zona desde los 70.
"Éramos pocos vecinos y no había nada, sólo el cementerio y unas cuantas casitas. Sólo el agua sabe estar chorreando por todas partes, por eso esta calle se llama Entre Ríos”, añade el vecino.
En medio de la mazamorra
Los primeros años, cuando Chamoco Chico comenzó a formarse en el fundo de Francisco Loza, fueron muy difíciles, porque en cada época de lluvia la mazamorra bajaba desde El Alto tragándose todo a su paso. La gente despertaba aterrorizada en la noche o la madrugada para salvar la vida y, si se podía, las pertenencias que tenían.
Leandra Müller aún le teme al barrial. "Si antes nos hacía tanto daño, cuando había poquitas casas, imagínese qué sería ahora con tantas casas”, expresa. A lo que no le teme es al cementerio, que está a los pies de su zona. "Los muertos no hacen nada y nos molestan, sólo hay que respetarlos”, dice.
La Entre Ríos, centro de las "negreadas”
Para los años 70, aproximadamente, alrededor de Chamoco Chico se habían desarrollado otras zonas, que tenían un mayor crecimiento, como El Tejar y La Portada.
Los vecinos de El Tejar organizaban campeonatos de fúbol, entre los que se conocía a algunos equipos, como Racing Tejar, Blooming, Tigres Junior y otros. Estos equipos estaban formados por jóvenes que acostumbraban a participar en las "negreadas”, una especie de concurso que se realizaba en plena avenida Entre Ríos.
"Todos bailábamos negreadas hasta romper bombos (...) ¿Cómo hacíamos? Nombrábamos padrinos de plásticos blanco y rojo, el color de los equipos, y entonces a nuestras camisas blancas cosíamos como alforjas en nuestros brazos. Así bailábamos, jugando fútbol. Ganábamos también, había un concurso de la avenida Entre Ríos”, cuenta un vecino de El Tejar en el libro Historias de los barrios paceños, publicado por la Alcaldía de La Paz.
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