Javier Quenallata Paredes es más conocido que el chuño en Liniers, Buenos Aires, el barrio con mayor número de migrantes bolivianos en la capital argentina.Delgado, moreno y con una sonrisa que parece sacada de una publicidad de dentífrico, el hombre de 40 años se declara un tipo “bien paceño, que aprendió a triunfar en Buenos Aires”.
Dos décadas atrás, la vida no le sonreía a Javier. Después de que cumplió 20 años salió de Bolivia para trabajar como costurero en Brasil y luego en Argentina.En el país de Maradona, Javier estuvo como ayudante de costura y tallerista; pero al final vio que su vida estaba ligada a la cocina.Católico como es —cada dos frases agradece a Dios por los logros que consiguió—, abrió un local con el apellido de la madre lacustre de Jesús; le puso Pollo Copacabana.
Aclara que no tiene relación con la cadena de comida rápida que existe en La Paz. “Tenemos la licencia acá en Argentina y nada que ver con lo de allá”, explica y en sus palabras arrastra el dejo porteño.
El plato estelar de su negocio es el pollo a la broaster y, para los bolivianos nostálgicos en Argentina, Javier ofrece cerveza Paceña, papaya Salvietti y singani San Pedro. Las salteñas son parte del menú y se venden a toda hora. El día que Escape estuvo por la zona, el paceño alistaba un pedido de 1.000 salteñas para una fiesta nocturna de 15 años.
En las tres sucursales de Pollo Copacabana hay cuatro ofertas para los clientes. Un ambiente deportivo ofrece en grandes televisores fútbol de Argentina, España e incluso Bolivia. Otro espacio está destinado a las familias, donde hay música en vivo. El tercer ambiente es para compartir con los amigos o festejar cumpleaños. El espacio restante es para los “románticos”.
A Pollo Copacabana han llegado actores bolivianos. Uno de los más carismáticos del último tiempo es “el Pocholo”, quien se subió al escenario y junto a Javier hizo “doblar de risa” a los asistentes. Jenny Serrano y Hugo Pozo también dejaron huella en el local
Promociona la llegada a Argentina de artistas bolivianos, como los Kjarkas, Proyección y Jach’a Mallku, entre otros. Este paceño muestra en el escenario su faceta más original... la de un hombre feliz.
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