Mañana no solo se celebra el Día del Padre en Bolivia, sino también el del Carpintero. EL OFICIO ES UNO DE LOS MÁS ANTIGUOS Y HA ESTADO PRESENTE EN GRAN PARTE DE LAS CULTURAS DEL MUNDO. En Bolivia cada vez son menos los que realizan este trabajo de manera artesanal. Cuatro carpinteros nos cuentan sus experiencias y su apego a dicha ocupación
Texto: Ricardo Herrera F. / Fotos: Rolando Villegas/Jorge Gutiérrez
A principios de los años 90, el Censo Nacional indicaba que en todo el país había más de 28.000 carpinteros. Casi diez años después (Censo Nacional de 2001), esa cifra se había reducido a cerca de la mitad. Es evidente que cada vez son menos las personas que se identifican con el oficio de trabajar la madera. La falta de materiales, la ausencia de maestros adecuados y sobre todo la sustitución de los materiales con los que se fabrican los muebles, puertas, ventanas y otros enseres han golpeado a una de las ocupaciones más antiguas del hombre.
Sin embargo, todavía en nuestra ciudad hay carpinteros que le han dedicado gran parte de su vida y mantienen su pasión por la madera como cuando aún empezaban a descifrar sus misterios.
Eso lo sabe bien Tomás Callaú, porque primero lo vio en su padre, que fue uno de los carpinteros más prestigiosos de la capital cruceña y que trabajó hasta los 75 años en su taller de la calle Ballivián. Luego él sintió el mismo entusiasmo en Brasil, donde fue enviado por su padre a estudiar Arquitectura. Allá se dio cuenta de que el diseño y la creación de muebles le gustaban más que proyectar edificios. Cuando regresó tomó las riendas de la carpintería familiar y hasta hoy no las ha soltado. “Es un oficio en el que se tiene que crear constantemente. Siempre está cambiando no solo por los materiales que se usan, sino también en los estilos. Eso es lo lindo, ya que siempre se está variando”, sostiene Tomás.
El carpintero, que es hermano del desaparecido artista plástico Marcelo Callaú, no cree que haya menos personas en el oficio, sino que lo que hace falta son ebanistas de calidad. “Nos hemos llenado de carpinteros chabacanos, porque aprenden un poco y se lanzan a realizar trabajos. Tal vez impulsados por la necesidad o porque la gente ahora quiere las cosas cuanto antes, a menos costo y sin pensar en la obra fina”, opina Tomás.
Cornelio Velarde es de los maestros que en su taller ha formado a más de una decena de carpinteros que hoy tienen sus carpinterías y que se sienten agradecidos por sus enseñanzas. Para Cornelio uno de los grandes problemas es la escasez de madera y la que hay, cada vez está más cara. Por ejemplo, a mediados de las décadas de los años 70 y 80 utilizó mucha mara y cedro para los marcos, puertas, roperos empotrados y cajones de cocina que realizó para las casas del barrio Hamacas, cuando trabajó para la Cooperativa La Merced, pero hoy ya casi no se encuentran esas maderas. Para el maestro carpintero (que tiene cuatro hijos, de los cuales tres son carpinteros y uno es barnizador), dos son las cualidades que debe tener un buen profesional de la madera. Lo primero es mantener siempre la calidad de sus trabajos y lo segundo es el cumplimiento. Pero, si bien no lo dice, es notorio que para este trabajo es necesario mucho entusiasmo, como el que él pone a diario, ya que si bien sus hijos le han pedido que deje de trabajar, él sigue levantándose a las 6:00 para darles una mano y dirigir a los trabajadores de su carpintería. “Si dejo de trabajar, me enfermo”, bromea Cornelio y lanza una carcajada.
Para quienes han trabajado con la madera y han aprendido a conocerla como Cornelio saben de lo que se trata. Uno de ellos es el artista plástico Juan Bustillos, que de la escultura en madera decidió incursionar en la carpintería a mediados de la década de los años 80. Montó un taller pequeño sin saber nada de carpintería y fue conociendo los sinsabores de la profesión. “No es fácil, porque hay que lidiar con muchas cosas. Entre ellas negociar con las barracas y en especial con los clientes. Se habla mucho de lo incumplido que son los carpinteros, pero nadie dice nada de lo complicado que es que los clientes cumplan. A veces te llaman para cotizar y debes dedicarle horas y horas que al final no te lo pagan. En otros casos se quedan con el diseño y lo mandan hacer con otra persona”, comenta Bustillos, que ha diseñado muebles de todo tipo y de los más variados estilos.
Bustillos actualmente está alejado de la ebanistería, pero mantiene un pequeño taller donde sigue haciendo algunos muebles.
El que no ha abandonado el trabajo diario es Bruno Jiménez, al que todos los días se lo puede ver en su taller de la calle 11 de la Mutualista realizando las más diversas tareas. Bruno no aparenta los 70 años que tiene y pese a que entró a esta ocupación a los 30 años, encontró en la carpintería no solo los recursos que le ayudaron a mantener a su familia, sino también una manera de “entender a los muebles”, ya que considera que no solo es necesario conocer la materia prima para crearlos, sino también el proceso del diseño de los mismos. Pasos en los que hay que tener creatividad, saber algo de matemáticas, de dimensiones y sobre todo dedicación. Cuando se saben reunir esos ingredientes, se pueden crear muebles que durarán muchos años.
Sin duda que el carpintero que se precie tiene algo de artista, porque sabe que no solo hace muebles, sino obras para perdurar.
Algunas cosas que debe saber de los carpinteros
De acuerdo con el Censo Nacional de 1992, en Bolivia había 28.284 carpinteros, lo que en ese año representaban el 0,4 % de la población y los departamentos que más tenían era Santa Cruz, con 8.930 y La Paz, con 8.679.
El último Censo Nacional realizado en 2001 estableció que en el país existían 14.382 carpinteros, cerca de un 50% menos de los del censo anterior. La mayor cantidad de ellos estaban entre los 20 y 24 años y representaban el 94,40%. Las mujeres carpinteras eran apenas 809 y representaban el 5,60% del total.
Son cerca de 12.000 las carpinterías a escala nacional, de las cuales 6.000 están establecidas en la ciudad de La Paz y El Alto, según datos del Instituto del Mueble Boliviano (IMB).
Del 100 % de madera que se produce en el país, el 85 por ciento es destinado a la construcción y fabricación de puertas, ventanas, pisos, marcos, listones, y el 15 por ciento es para muebles.
El 19 de marzo se celebra el día de San José, que era carpintero y por ello fue adoptado como el santo patrono de los carpinteros.
Los carpinteros orientales han ejercido su oficio en Nazareth o Tiberias con los mismos métodos primitivos que en la época de Cristo. Esta ocupación no ha cambiado mucho desde los días cuando dijeron del joven Mesías, “¿No es este el carpintero?” (Marcos 6:3). (Fuentes: INE, Internet)
Tomás Callaú
No solo heredó el nombre de su padre, sino también el talento y la pasión por la carpintería. Los muebles creados por los ‘Callaú’ ya son parte de la historia urbana de la capital cruceña.
“Yo nací entre aserrín y palos de madera”, cuenta Tomás, que a los 10 años ya ayudaba en la carpintería de su padre. A los 12 aprendió a tornear y a los 13 ya vendía trompos que él mismo fabricaba para sus amigos del barrio. “Las escuelas eran los talleres de carpintería y ahí yo aprendí todo”, dice Tomás y reconoce que tuvo un gran maestro en su padre “Él fue muy innovador, un tipo pensante que se preocupaba por los detalles y me contagió eso del acabado fino de los muebles, y eso es lo que yo también trato de enseñar”
Cornelio Velarde
Nació en Cochabamba hace 70 años y desde su adolescencia se dedicó a la carpintería, primero como aprendiz, luego como ayudante, hasta convertirse en maestro carpintero
“Tenía 12 años cuando mi madre me llevó donde un maestro carpintero. Para que me enseñara, le tuvo que dar dos gallinas y un gallo. Yo era casi su esclavo, pero me enseñó muchas cosas”, recuerda Cornelio, que después le tocó ser maestro de muchos otros carpinteros “A veces los visito en sus talleres y ellos son muy agradecidos conmigo”, cuenta el carpintero, que confiesa que sus hijos ya no quieren que él trabaje, pero él insiste “Solo una vez paré por tres meses por una enfermedad, pero estar sin hacer nada fue peor para mí . Es que si dejo de trabajar me enfermo”, bromea el carpintero.
Bruno Jiménez
Su padre era carpintero en Santa Ana del Yacuma, pero aprendió el oficio en Santa Cruz cuando tenía 30 años. Hoy, a sus 70 años, sigue dedicado al oficio
“Mi padre era carpintero en Santa Ana del Yacuma, pero yo no aprendí de él, porque recién a los 30 años me dediqué a esta profesión. Durante muchos años estuve trabajando en aserraderos, cortando arboles y aserrando madera”, cuenta Bruno Jiménez, que empezó haciendo pequeños catres de residuos de maderas que sobraban en los aserraderos cruceños. Luego, con más recursos económicos, fue comprando equipos y trabajando con maderas finas. Hoy no hay día en el que no le llegue trabajo a su carpintería, aunque admite que cada vez son más para reparar que para la fabricación de nuevos muebles.
Juan Bustillos
El arte lo acercó a la madera y esa dedicación lo llevó luego a la carpintería, donde desarrolló otra faceta de su creatividad diseñando y haciendo muebles
“Empecé sin saber nada de carpintería. Fue como tirarme a la piscina sin saber si había agua. Recuerdo que lo primero que hice fue una puerta y sufrí un montón, porque era a la vista de la dueña de casa. Cuando finalicé el trabajo, la señora me dijo: ‘Usted no sabe de carpintería, y para la próxima prepárese mejor ‘(risas). Después hice todo tipo de muebles y sobre todo diseñé bastante”, cuenta Bustillos, que considera que lo primero que hay que hacer es conocer las ventajas y desventajas de cada especie, enamorarse de la madera, palparla para saber su dureza y en qué momento está apta para ser mueble . “Si no se conoce esos detalles, no se logra un buen trabajo”
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