domingo, 11 de marzo de 2012

Efromovich es un empresario exitoso, pero fue muy pobre en La Paz, donde nació en 1950.

El empresario Germán Efromovich es conocido en el mundo corporativo global por su habilidad innata de intuir negocios allá donde casi todos los mortales sólo avizoran altos riesgos, difíciles de asumir, y futuras pérdidas. Es un empresario con un olfato privilegiado para identificar, como decía el célebre economista Joseph Schumpeter, “fallas de mercado”, que ha aprovechado, a lo largo de su carrera ejecutiva, para consolidar su ahora sólido grupo corporativo.

Pero si a este exitoso emprendedor le preguntan por sus recuerdos más íntimos de La Paz, la ciudad donde naciera en 1950, inmediatamente responde que atesora en la memoria la tradicional fiesta de Alasita.

“Un festín visual que recuerdo de mi infancia es la feria de la Alasita. Casas, carros, animales, todo en miniatura”, evoca.

La familia de Germán Efromovich llegó de Polonia a La Paz en 1948, entre los miles de inmigrantes judíos que escapaban de la barbarie nazi. De acuerdo con el recientemente fallecido Alfonso Seligmann, sobre quien el periodista Eduardo Mendizábal escribió una biografía de próxima publicación, miles de familias judías alemanas, polacas y de otras nacionalidades europeas se vieron forzadas a abandonar sus países de origen en calidad de refugiados ante el deplorable avance del Tercer Reich del dictador Adolf Hitler.

“Mis padres fueron refugiados de la Segunda Guerra Mundial y en 1948 llegaron a La Paz, después de perder a toda su familia, con cinco dólares en el bolsillo, hablando polaco, ruso y alemán, todo menos español o quechua”, rememora Efromovich.

En una ciudad desconocida, los Efromovich tenían que comenzar de nuevo y ganarse la marraqueta de cada día. “Era el inicio de una nueva vida y de una nueva oportunidad para mi familia. Empezamos de cero y el punto de partida fue La Paz, donde mi padre comenzó vendiendo pan y leche, allá por el año 1948”, recuerda el ejecutivo.

Pero los problemas cardiacos de un miembro de la familia, un tío, obligaron a los Efromovich a trasladarse a Santiago de Chile y después a Arica, donde lograron consolidar un negocio de importación de máquinas de escribir y de afeitar de la célebre marca Remington.

Y se podría decir que aquel fue el segundo capítulo en la vida de este empresario, que hoy controla el grupo Synergy, con intereses sobre todo en Brasil y Colombia, que desarrolla sus actividades en la industria petrolera, en la aviación civil y en las industrias hotelera y de alimentos, entre otros campos productivos y de servicios.

Maestro de Lula

Como asegura el mayor accionista del holding Synergy, el inicio de su carrera estuvo lleno de dificultades.

Además del pequeño negocio de importación, en Arica la familia Efromovich se dedicó al rubro textilero y de confecciones.

“Después, en Santiago, mi padre, junto con mi tío, siguió con el negocio de confección; mi tío cortaba y mi papá vendía puerta a puerta”, recuerda Germán Efromovich. En Arica, vivían, según los que recogen datos para su biografía, en un contenedor. En 1964, los Efromovich se fueron de Chile para establecerse en San Pablo, Brasil, una de las ciudades más grandes del mundo. Sus padres y su tío habían elegido ese país por las oportunidades en educación superior que otorgaba a los jóvenes.

Y a recomenzar nuevamente en la capital paulista, aunque, como cuenta Efromovich, no estaban ya tan solos. “Con unos conocidos de Arica y Bolivia, montamos una fábrica de cierres”, evoca.

El propietario de Avianca-Taca, en ese gigantesco mercado, lleno de oportunidades, comenzó a trabajar desde los 15 años. Vendía enciclopedias y otros libros a plazos, además de acciones y de cuotas en fondos de inversión en el ámbito bursátil.

Mientras estudiaba ingeniería mecánica, daba clases de física y matemáticas, por lo cual identificó una oportunidad en el campo educativo y fundó, con otros socios, un colegio para adultos, al que asistían quienes, por factores económicos o de otra naturaleza, no habían logrado matricularse en el sistema formal para obtener el bachillerato.

En 1972 se inscribió en el colegio un tal Luiz Inácio Lula da Silva.

“Desde joven fui profesor de matemáticas y física para jóvenes. Cuando yo estaba en la universidad abrí, junto con unos amigos, una escuela para preparar adultos, mayores de 18 años. Lula Da Silva era un obrero metalúrgico y manejaba un torno en el que perdió uno de sus dedos. Después fue secretario del sindicato metalúrgico y en ese momento mi escuela y el sindicato hicimos un convenio que permitía a los adultos del sindicato asistir a la escuela. Lula decidió capacitarse y durante dos años vino a estudiar. Sin duda alguna, fue un alumno ejemplar”, rememora.

Pero, una vez graduado como ingeniero, Germán Efromovich vendió su participación en esa escuela para adultos e inició su ascenso en nuevos y diversificados negocios.

En la industria petrolera

Ingresó como empleado, porque buscaba un futuro vinculado con su profesión, en una empresa de ensayos no destructivos, en la cual ocupó las funciones de ingeniero inspector. Se llama ensayo no destructivo a cualquier tipo de prueba practicada a un material que no altere de forma permanente sus propiedades físicas, químicas o mecánicas; implican un daño imperceptible o nulo y se basan en la aplicación de fenómenos físicos tales como las ondas electromagnéticas, acústicas, elásticas o la emisión de partículas subatómicas, entre otros, para examinar la resistencia de los materiales.

Apenas un año y fracción después, este paceño de nacimiento ya había lanzado su propia compañía, Brasiltest, en la que invirtió los 347 dólares de beneficios sociales que le habían pagado por sus servicios. “Ese fue el capital inicial de mi grupo de empresas”, le dijo a la revista colombiana Dinero en 2009. Simultáneamente, estableció la sección industrial de esa empresa, en la cual se vendían equipos para ensayos no destructivos.

El ingreso a la industria petrolera fue casi natural, si se considera, por ejemplo, que uno de los ensayos no destructivos más usuales es la revisión rutinaria de un oleoducto o de un gasoducto ya tendido. A comienzos de los 80, cuando Petrobras descubrió petróleo y gas mar adentro, la compañía de Efromovich fue convocada para que enseñara a los inspectores una nueva modalidad de trabajo: el buceo para realizar controles bajo el mar; surgió, entonces, la tercera iniciativa, ligada al buceo profesional, que consistía en una pequeña empresa de inspección petrolera submarina.

En la aviación civil

La saga empresarial de Efromovich pudo haber concluido con las compañías fundadas en el área de los servicios petroleros, pero ya en ese entonces se perfilaba como un ejecutivo que tomaba decisiones rápidas, sin recabar la opinión de abogados, “que lo complican todo”, dice, y menos con los expertos y consultores, quienes “sólo sirven para mirar tu reloj y luego decirte qué hora es”, asegura.

Cuando a su empresa de ensayos no destructivos le “pagaron una cuenta con un avión”, todos los ejecutivos de menor rango pensaron que les había llegado la hora de arrastrar un activo improductivo, a modo de lastre, después de gestiones con buenas utilidades.

Pero Efromovich advirtió que un grupo importante de trabajadores petroleros de Macaé, cerca de Río de Janeiro, debía recorrer 250 kilómetros por tierra hasta un helipuerto, donde los recogían para transportarlos hasta las plataformas petroleras marinas; “la gente empezó a pedir que los lleváramos y ahí comenzamos a cobrar”, le contó a la revista Dinero; con ese itinerario, inició sus operaciones Ocean Air, que en 2001, cuando Varig dejó de volar en las rutas internas o domésticas, se convirtió en una de las aerolíneas regionales más importantes de Brasil con nada menos que 22 destinos.

Con ese inicial éxito en la aeronavegación civil, en 2004 Efromovich compró la colombiana Avianca, cuando ya estaba técnicamente quebrada; si ese año la aerolínea había vendido 700 millones de dólares, bajo la administración del empresario paceño de nacimiento registraba, a fines de 2008, una facturación de 1.900 millones de dólares. Es una tendencia constante, lo cual posibilitó que en 2009 Avianca se fusionara con Taca, para conformar el mayor grupo aéreo de la región, con un promedio de 15,4 millones de pasajeros transportados, por encima de Lan Chile, con 14,8 millones, y Copa, con cinco millones.

Pero la diferencia en cuanto a destinos y la flotilla de aviones es abismal. Avianca-Taca tiene más de 100 destinos, frente a los 67 de Lan Chile y los 51 de Copa; la alianza cuenta con más de 150 aeronaves de largo, mediano y corto alcance, en oposición a las más de 70 de Lan y a las más de 50 de Copa.

En cuanto al estilo de Efromovich en los negocios, se asegura que no se complica, entiende rápidamente lo que la contraparte busca y se concentra en pasar rápidamente de los planes a los hechos. No está preocupado en crear una imagen de ejecutivo impresionante.

En la actualidad, tiene dos nacionalidades, la brasileña y la colombiana, pero dice que se siente paceño y boliviano. “Uno nunca pierde lo que gana y aprende a apreciar lo que aprendió, a pesar de estar lejos”, asegura.

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