Raqaypampa es una comunidad digna de admiración. No en vano se hacen diversos estudios sobre ella. Su nivel de organización es envidiable, está a punto de convertirse en la primera comunidad indígena originaria con autonomía, y con la consolidación de sus galletitas de trigo T’ikita logra la primera Oecom (Organización Económica Comunitaria), reconocida por la Constitución Política del Estado (CPE), es decir, una empresa que invierte las ganancias en la misma comunidad.
Era junio de 2012, cuando empezó a gestarse la idea de tener una industria propia, que les comprara el trigo a precio justo, les diera empleo y generara ganancias para la sociedad, aportando así seguridad alimentaria de su comunidad.
Entre noviembre y diciembre del mismo año, el proyecto estaba definido: crear una industria de galletitas de trigo con enfoque biocultural.
El técnico de la autonomía de Raqaypampa, Clemente Salazar, propuso el nombre de T’ikita (florcita, en qhechua), nombre que fue bien recibido por los representantes de la comunidad Melesio García (asambleísta departamental) y Gualberto Albarracín (Central de Raqaypampa).
Los comunarios dieron como cuota de arranque un aporte voluntario en granos, que sumó los 220 quintales. La Alcaldía de Mizque los ayudó con transporte y logística, mientras que el Instituto Socio Ambiental (ISA-Bolivia), hizo de brazo operativo buscando capacitar a los comunarios, tanto en industria de panificación como en administración de empresas.
Según Óscar Tordoya, responsable del Departamento de Desarrollo Económico y Productivo de ISA Bolivia, éste fue un verdadero desafío para todos, tomando en cuenta las distancias y que muchos comunarios aún no tenían la formación requerida para este proyecto, pero sí mucha voluntad y entusiasmo. Pero también estaban los prejuicios que el resto de la sociedad tiene sobre higiene y salud de una comunidad campesina.
Pese a ello, la empresa IC Norte pasó por alto estos prejuicios y abrió gratuitamente sus puertas para que los comunarios reciban conocimientos básicos no sólo en elaboración del pan, sino también en nutrición, higiene, salud y algo de administración.
Superada esta fase, el Programa Nacional Biocultura, al mando de Javier Medina y Jorge Choquehuanca, proveyó, a través de la Cooperación Suiza para el Desarrollo (Cosude) fondos para la compra de maquinaria argentina de panadería.
Esta vez se tuvo que llevar a un panadero experto hasta Raqaypampa a probar los nuevos equipos con los comunarios ya capacitados. Paralelamente, el directorio de la Oecom e ISA gestionaron los aspectos legales para conseguir la personería jurídica, registro sanitario y el NIT para tema de impuestos.
Inauguración
Las primeras galletas se produjeron a mediados de 2013, pero fue recién el 3 de octubre de ese año cuando T’ikita era formalmente inaugurada con la presencia de representantes de la Misión Suiza y de Gonzalo Mérida (Oficial Nacional del Programa), quienes tuvieron que desplazarse hasta la fábrica de galletas, ubicada en la comunidad de Salvia (alturas de Mizque, cono sur cochabambino).
Su primer cliente fue la Alcaldía de Mizque, que compró las galletitas para incluirlas en el desayuno escolar para los niños de los colegios del municipio.
Con este nuevo paso, explica Tordoya, se cerró un círculo en el que el productor vende su trigo a la misma organización que le da empleo y del que es socio. Esta organización, a su vez, vende el producto con valor agregado a la Alcaldía del lugar, la que finalmente lo reparte entre los mismos hijos de los comunarios en la escuela. Y las ganancias se invirtieron en obras comunales.
Aporte social
T'ikita rompe muchos paradigmas y muestra la gran capacidad productiva y de transformación en comunidades indígenas originarias. Tiene un aporte social, pues genera valor agregado a las materias primas, busca reducir la migración campo-ciudad otorgando alternativas laborales dignas en las mismas comunidades, y fomenta la participación equitativa de la mujer campesina, el cuidado y buen uso de la tierra, y la revalorización de la gente del campo, y consolida la industrialización de la materia prima para lograr la soberanía alimentaria.
ORGANIZACIÓN
Todos venden el trigo, trabajan y ganan
Una característica de la Oecom creada a partir de la industrialización de las galletas de trigo es que todos son socios, todos pueden vender su trigo a precio justo a la fábrica, todos tienen las mismas posibilidades de ser empleados y todos pueden participar de las ganancias.
Una condición para la compra de trigo es que éste haya sido cultivado de forma agroecológica sin pesticidas ni fertilizantes químicos.
En cuanto al empleo, como sólo hace falta una docena de trabajadores, existe el acuerdo de que los puestos vayan rotando.
Cada subcentral ofrece su candidato que será capacitado y ocupe el lugar de otro en un tiempo determinado. Los detalles de esta rotación aún están en discusión, pues también se exige que nadie puede dejar su trabajo agrícola. Actualmente, el comunario Wilfredo Ceballos es el codirector de la Oecom de Raqaypampa.
En cuanto a las ganancias, la comunidad decide si se las destina a obras sociales o en una reinversión en la fábrica.
MERCADO
Una vez más, a romper los prejuicios
Una vez logrado un producto competitivo, sabroso, higiénico y saludable, el siguiente desafío era buscar mercados. No bastaba con ofrecer las masitas a la Alcaldía. Otra vez había que romper los prejuicios sociales sobre un producto campesino.
En diciembre de 2013, por gestión del viceministro de Autonomías, Gonzalo Vargas, las masitas se incluyeron en canastones navideños de varios ministerios.
Las galletitas también fueron llevadas a ferias en La Paz y Santa Cruz, donde la población se convencía de la calidad y las compraba en cantidad.
Empresarios del exterior preguntan por el producto, conocedores de su valor nutritivo, social y ambiental.
Actualmente, se busca un puesto en La Cancha, pero hasta entonces los pedidos pueden hacerse al 71794090, 71492703 y 4019316 o en la calle Apurimac e Ismael Céspedes en Sarco.
Los precios: la bolsa de un kilo, 36 bolivianos; la de medio, 20; la de cuarto, 10, y las escolares de 40 gramos a dos bolivianos.
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