“Cuando empecé a trabajar no había corriente trifásica (conjunto de tres corrientes alternas de igual frecuencia, amplitud y valor eficaz) y todo lo hacíamos herramienta en mano, pero aun así (sonríe) todos los bancos que ve en las catedrales fueron hechos por nosotros”, comenta Carlos Siles Orozco el inicio de su empresa en Santa Cruz.
Siles, uno de los pioneros de la carpintería en la capital oriental, aprendió el oficio siendo muy joven en Cochabamba (lugar donde nació), lo perfeccionó en Salta (Argentina) y luego de prestar su servicio militar en Santa Cruz trabajó como operario en varios talleres. “La única maestranza grande estaba frente al cementerio Alemán y había carpinterías chicas que operaban con motores pequeños; yo aprendí en varias de ellas haciendo trabajos enchapados para las iglesias, bancos y oficinas de la ciudad”, relata.
Añade que en ese tiempo se trabajaba con maderas garantizadas, diferentes a las utilizadas actualmente. “Habían troncas de más de un metro de diámetro que duraban 80 años. Hoy trabajamos sólo con tableros”.
Empresa. El ebanista no precisa cuándo nació su emprendimiento, ni la inversión inicial, sin embargo, recuerda que fue por el año 1960, con máquinas manuales (cepilladoras, roseadoras y máquinas de sierra o de cinta) y fabricando muebles de diferentes estilos antiguos, como el Luis XV o Luis XVI. “Gracias a mi responsabilidad y la calidad en el acabado de los trabajos, el negocio creció y llegó a ser uno de los más reconocidos y respetados”, señala.
Natividad Siles, la primogénita del artesano y actual administradora del negocio, por la avanzada edad de su padre, informa que como prueba de ese crecimiento, hoy se fabrican cuatro comedores, dos dormitorios y una variedad de accesorios para vivienda al mes. “Producimos en la linea minimalista moderna, a pedido del cliente un 70 por ciento, y el restante se vende en la feria Barrio Lindo”.
La empresaria explica que se involucró en el trabajo hace más de 20 años, cuando cobró el dinero que su padre había ganado por un mueble y se percató que el comprador lo vendía al doble del precio, por eso, decidió ofrecerlos en persona y atender pedidos. “Eso implicó que me hiciera responsable de fabricarlos con el mismo acabado que mi papá realizaba, pero con nuevos diseños”.
Siles se hizo cargo, entonces, de las cuatro personas que operaban en el taller. Cifra que en la actualidad aumentó a 14 (tres de ellas mujeres). “Estoy convencida de que las pequeñas empresas dedicadas a la confección captan mano de obra, la capacitan y le dan trabajo”.
Según la artesana, existen también otros factores de éxito y reconocimiento del negocio que en la actualidad cuenta con un capital de $us 60 mil. Éstos son la materia prima con la que se fabrican los muebles (madera de cedro mara y roble) y la dedicación del operario en su labor. “Buscamos lo mejor en las barracas y el trabajo debe quedar bien hecho y durable, no importa cuánto tardemos en fabricarlo”, añade.
Agrega que por esa razón, son los mismos clientes quienes le dan publicidad. “Mi presentación no es una tarjeta bonita, quienes califican y promocionan la calidad de mi trabajo son los clientes satisfechos”.
Esos atributos permitieron también que existieran pedidos del exterior, alternativa que no convenció a Siles, debido a que la exigencia por el producto es mayor y los precios son iguales a los pagados en el mercado interno. “Yo vendo acá un mueble en 1.000 ó 1.200 dólares, y para exportar hay algunos modelos que son más complicados de hacer y en los que se utilizan maderas más caras y sólo quieren pagarme 1.000 dólares, por eso no me conviene”.
Los equipos requieren asistencia
Natividad Siles informó que en el tema de asistencia técnica, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional les brindó colaboración. “Me ayudaron a dar mantenimiento y detectar las fallas que se pueden presentar, por ejemplo, en las cuchillas y correas, y lo importante que es el mantener las máquinas limpias y engrasadas”, señala.
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