lunes, 19 de octubre de 2015

La I+D y el desarrollo sostenible en Bolivia



Después de diez años en los que el crecimiento fluctuó entre el 3.4 y el 6.8 por ciento, según datos del INE en 2014, se pensaba que Bolivia habría logrado despegar hacia el desarrollo sostenible. Una revisión cuidadosa de las cifras sobre el crecimiento entre 1989 y 2014 nos devuelve a la realidad. En este periodo, el crecimiento del PIB fue del 4%, con un crecimiento poblacional del 2.7% en el mismo periodo, dejando un crecimiento del ingreso per cápita de 1 al 1.3%.

La clasificación del Banco Mundial y la OCDE sitúa a Bolivia como un país de ingresos medios bajos en América Latina y el Caribe (AL y C), junto a El Salvador, Guyana, Nicaragua, Honduras y Haití (CEPAL, 2012). Una similar situación destaca el Banco Interamericano de Desarrollo, que sitúa a Bolivia entre los cinco países más pobres de la región (BID, 2010).

Las explicaciones son muchas y provienen de fuentes diversas, sin embargo es necesario orientar la mirada hacia un horizonte diferente. Tradicionalmente Bolivia ha sido un país dependiente de la explotación de los recursos naturales, en cuya bonanza de precios ha fijado siempre sus esperanzas, aplicándose muy bien el dicho de las “épocas de vacas gordas y de vacas flacas”, en alusión a la fluctuación de los precios internacionales de los minerales y los hidrocarburos.

La tendencia mundial sobre el desarrollo no está basada en la explotación de recursos naturales. En los años 70 esta visión cambió y surgieron nuevas economías basadas en la productividad: Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong, llamados los “Tigres asiáticos”, capturaron la atención mundial con un rápido crecimiento iniciado en los años 60.

Luego hubo una segunda ola, en los 90 – 2000: China, India, Indonesia, Brasil, Malasia, Filipinas, Chile, Tailandia, Sudáfrica y otros.
En los últimos años la tendencia a la productividad se ha profundizado empleando alta tecnología, lo que indica que el siglo XXI pertenece a las economías del conocimiento, donde las innovaciones juegan un rol determinante y la Investigación y Desarrollo Tecnológico (I+D) constituye la base.

La inversión en I+D es uno de los factores más relevantes que permite promover el crecimiento económico en el largo plazo. En las economías más industrializadas, la intensidad de la I+D (Porcentaje del PIB invertido en I+D) ha ido creciendo constantemente a un ritmo mayor al 1.2%. Los países con mayor gasto en I+D han sido: Finlandia, Corea, Japón, EEUU, China, Irlanda, España y Rusia. La intensidad de la I+D en la OCDE alcanza el 2.29% anual.

En contraste, en AL y C la mayor intensidad de I+D corresponde a Brasil (1.11%) y Chile (0.4%), mientras Bolivia (0.28%) juntamente con otros 11 países están por debajo del 4%.

Otro dato que explica el desarrollo de las economías del conocimiento es el número de publicaciones científicas per cápita, y aunque en AL y C han aumentado considerablemente, todavía ocupan una posición baja respecto de los países más industrializados: Finlandia, Irlanda, EEUU, España, Japón, Corea.

Bolivia se encuentra entre los nueve países con menor número de publicaciones científicas.

Por otra parte, el número de investigadores en los países más desarrollados, incluida la OCDE, disponen por encima de seis investigadores por cada 1.000 habitantes de la fuerza laboral; en Bolivia, hay 0.16 investigadores por cada 1.000 habitantes de la fuerza laboral (OCDE – BID 2012)
Desde la perspectiva de la economía del conocimiento, los datos anteriores explican el estancamiento y subdesarrollo de Bolivia, en un ámbito moderno donde la inversión en Investigación y Desarrollo Tecnológico produce innovación y esta conduce al desarrollo.

En los últimos años la tendencia a la productividad se ha profundizado empleando alta tecnología, lo que indica que el siglo XXI pertenece a las economías del conocimiento, donde las innovaciones juegan un rol determinante y la Investigación y Desarrollo Tecnológico (I+D) constituye la base.

No hay comentarios:

Publicar un comentario