El 8 de marzo se recordó el Día Internacional de la Mujer y las manifestaciones, en más de 50 países, han sido: por la igualdad, contra la violencia de género y el feminicidio, por el derecho a decidir libremente su maternidad, contra la brecha salarial y frenar la discriminación.
Y es que todas estas movilizaciones tienen amplia justificación si tomamos en cuenta, según datos del Foro Económico Mundial, que cada 10 minutos una mujer es asesinada a manos de su pareja; una de cada tres ha sufrido una agresión sexual; en el trabajo cobran menos que los varones por un trabajo de igual valor; tienen baja representación en disciplinas científicas y tecnológicas o un tercio de los investigadores del mundo son mujeres, entre otros.
Por eso los mensajes de organismos internacionales hicieron un llamado para lograr una igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. En efecto, la Unesco indica que "la igualdad reside en la eliminación de prejuicios en los medios de comunicación y en las representaciones colectivas, poniendo de relieve a mujeres científicas, artistas y políticas que contribuyen al progreso de la humanidad en todos los ámbitos”.
Por su parte, la ONU fijó una agenda a largo plazo en el mundo laboral hacia un planeta 50-50 en el año 2030. En marzo de este año, en la sede de las Naciones Unidas se deliberará sobre "el empoderamiento económico de las mujeres en el cambiante mundo del trabajo”, tomando en cuenta que el mundo laboral está cambiando a un ritmo rápido, impulsado por la innovación, la globalización y una mayor movilidad de las personas.
En Bolivia, según un informe del CEDLA, "la población femenina urbana no sólo continúa trabajando en mayor número en el sector informal, donde los empleos generalmente son precarios, en actividades improductivas y en puestos de trabajo de menor calificación laboral, sino que viene afrontando un mayor deterioro de sus condiciones de inserción laboral que se traducen en segregación, discriminación y alto desempleo”.
Ante esta coyuntura internacional y nacional, el emprendimiento se plantea como una alternativa importante para que las mujeres logren mejores condiciones de vida, y económicas, en busca de esta igualdad de género y empoderamiento.
El reporte del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de Bolivia, a 2014, establece una tasa de actividad emprendedora elevada en las mujeres equivalente al 25%, situándose entre los más altos índices a nivel mundial y regional; aunque, según el CEDLA, estos emprendimientos no generan empleos de calidad.
Pero estos emprendimientos crean cientos de miles de autoempleos para las mujeres bolivianas y han sido la base de crecimiento para el desarrollo de las microfinanzas en Bolivia. En efecto, se puede constatar a nivel nacional la notoria y creciente participación femenina que equivale a un 48% de la cartera crediticia de todas las instituciones de microfinanzas.
Sin embargo, queda mucho por hacer. Es necesario que todos los actores del ecosistema vean como una gran oportunidad el apoyo a las mujeres para que todo ese caudal y potencial emprendedor se pueda direccionar hacia el emprendimiento por oportunidad, donde las mujeres asuman un rol más decisivo desde la fase de creatividad e investigación científica, la validación de la iniciativa, el modelaje del negocio y finalmente la puesta en marcha de empresas de base tecnológica.
En ese sentido, es destacable la labor de apoyo al emprendimiento femenino que realizan instituciones del ecosistema como la Fundación Maya, a través del Innova Bolivia, Fautapo, Fundación Trabajo y Empresa, Fundación Novus-Hub 7, Bolivia Emprende y otras más.
*El autor es especialista en cultura emprendedora.
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