miércoles, 15 de junio de 2016

Amílcar, de niño costurero a joven empresario

A los 10 años, Amílcar Medina Choque empezó a trabajar en un taller de costura. Un par de años después ya manejaba una máquina industrial de coser. Hoy, a menos de un año de graduarse como técnico superior universitario en gestión y emprendimiento, tiene una incipiente empresa dedicada a la fabricación de mochilas y bolsos.

Su siguiente paso es fabricar mochilas con paneles solares. "Quiero poner un panel solar en cada mochila en el cual se puede recargar al celular, la cámara y otros dispositivos pequeños. Una marca muy popular lo hace, pero retiró el producto de Bolivia”, explica el joven empresario. La idea fue el tema de su tesis en cuya defensa obtuvo la nota máxima.

Desde pequeño se puso una meta: ser dueño de una empresa de confección y costura, una parecida a la que ocupaba su tiempo y dedicación fuera del horario escolar. Hasta con los ojos vendados podría accionar una máquina de coser y trabajar sin problemas, al menos por algunos minutos.
Ser un buen alumno le valió ganar una beca para convertirse en técnico universitario superior en Gestión y Emprendimiento en la Escuela de la Producción y la Competitividad (ePC) de la Universidad Católica Boliviana.

La niñez y la costura

Amilcar nació en Cochabamba hace 22 años y es el menor de cuatro hermanos. "Mis dos hermanos mayores, menos mi hermana, empezaron a trabajar en la confección desde los 11 años porque mi mamá era la única que se ocupaba de nosotros. Al cumplir esa edad lo hice sin que nadie me diga; nosotros sentíamos la responsabilidad de ayudar en casa, pero sin dejar de estudiar”, recuerda.

Dice que lo primero que aprendió en el taller de costura fue a cortar tela. Los cientos de metros de tela cortada con tijeras dejaron marcas que aún lleva en sus dedos. Durante dos años aprendió de moldes, formas y tipos de cortes y telas.

Su trabajo en el taller de costura se prolongó hasta hace más de dos años. En el tiempo que estuvo en el trabajo, que le ha llevado la mitad de la vida, sus tres hermanos mayores estudiaron una carrera.
En 2011 se graduó como bachiller, paralelamente empezó a dar clases de física y matemáticas a los niños que asistían a la parroquia Guadalupe, en la zona norte de Cochabamba, justo al frente de su casa. Ello como parte de un proyecto a cargo de la ONG canadiense Chalice.

Durante dos años dio clases y continuó trabajando en el taller de costura mientras ahorraba para estudiar administración de empresas. En 2012, se enteró de que existía una convocatoria para aplicar a una beca de estudios en la ePC, facilitada por el Banco Mercantil Santa Cruz a través de organizaciones como la ONG canadiense. Decidió postularse y dar el examen.

Meses después le avisaron que obtuvo la beca. En La Paz, vivió con otros jóvenes seleccionados de Cochabamba, se perdió y conoció una ciudad extraña y se dedicó a tener las calificaciones que le permitieron conservar la beca. En 2014, con sus ahorros y unos préstamos que solicitó a sus amigos, compró su primera máquina industrial de coser.

Poco a poco empezó a hacer mochilas, bolsos, bolsones para sus amigos y compañeros. Se dio cuenta de que vender por unidad no era conveniente porque no recuperaba lo invertido. Decidió entonces apuntar a ser proveedor de empresas y organizaciones.

Sus primeros trabajos fueron encargos de la universidad y de las instituciones que gestionan la beca. Casi al mismo tiempo que se graduó de la universidad gestionó su Número de Identificación Tributaria y registró su empresa, a la que llamó VAREE, nombre que fusiona las iniciales de los nombre de sus hermanos y su madre, Elena.

Mil mochilas y los paneles
Le solicitaron 1.000 mochilas para su primer pedido; recuerda que con la felicidad del momento se equivocó en los cálculos y perdió 18.000 bolivianos. "Lo primero que hice con el adelanto fue comprar tres máquinas más en Cochabamba para que mis hermanos me ayuden a ‘costurar’ en dos semanas y media”, rememora.

A pesar de todos los inconvenientes logró entregar el pedido y, poco a poco, obtuvo otras solicitudes. Sus experiencias y su aguerrida actitud a la hora de emprender le valieron ser invitado a dar charlas sobre su experiencia como microempresario en la ePC y posteriormente en la Alcaldía de La Paz.

Actualmente, trabaja con cuatro compañías e instituciones y busca un socio que aporte con capital y proporcione una importante cartera de clientes. Además, cursa una maestría en Administración y Dirección de Empresas en línea a través de una beca que obtuvo en una institución en España.

En tanto, idea la forma de importar paneles solares para reducir el costo que tendrán las mochilas, que lleven esta innovación, y así tener demanda en el mercado boliviano.

Si tuviera que elegir una palabra para definir su vocación como empresario sería "perseverar”. Amílcar tuvo varias oportunidades para desistir o esperar mejores oportunidades, pero decidió que de lo que se trata es de "adelantarse al miedo que provoca fracasar”.

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