Cuando tenía 22 años, Jaime Villca se convirtió en uno de los muchos jóvenes emprendedores que se arriesgó a invertir en el país.
Su restaurante es uno de los más destacados en el municipio de Quillacollo, por su sazón. Atiende todos los días a cerca de 150 comensales con el almuerzo completo (sopa y segundo) que prepara desde las siete de la mañana y por el cual cobra 12 bolivianos.
Sus deseos de progresar fueron en algún momento truncados porque no tenía ni un solo boliviano para comenzar. El crédito de 7.000 dólares que le otorgó una entidad financiera fue solo el inicio.
Después de tres años de trabajo calcula que ya recuperó su inversión y duplicó sus ganancias.
Hoy, sus sueños han cambiado. Es gastrónomo, contador y comenzará a estudiar ingeniería financiera. Su objetivo es superarse aún más. “Es un arma más para mi futuro”.
SUS INICIOS
Jaime salió bachiller e inmediatamente comenzó sus estudios universitarios en la carrera de ingeniería industrial. Tuvieron que pasar dos años y medio para que se diera cuenta de que no era lo que le gustaba para su futuro, ni tampoco lo que esperaba.
Gracias a la sugerencia de una compañera de curso comenzó una carrera técnica, gastronomía. Se inscribió en la Alcaldía de Cercado, que tiene un programa de empleo para jóvenes que no cuentan con recursos económicos y tienen deseos de superarse. El proyecto es coordinado con la Fundación de Educación para el Desarrollo (Fautapo) que impulsa los cursos gratuitos.
Tuvo siete meses de capacitación y luego continuó con las clases prácticas en un reconocido restaurante de la ciudad, durante tres meses.
Pese a que le dieron la opción de quedarse a trabajar, en sus planes ya estaba la posibilidad de instalar su propio restaurante de comida.
En cuatro meses, su idea poco a poco se fue apagando, porque no tenía dinero y ninguna entidad financiera lo consideraba un cliente potencial.
Su juventud y la falta de un empleo seguro fueron sus mayores obstáculos, hasta que la sucursal de un banco en Quillacollo, que recién se instalaba y buscaba captar a la mayor cantidad de personas, aceptó darle un crédito de 7.000 dólares.
“Solo tenía contratos aislados para eventos, pero eso no valía de nada para los bancos. Me costó mucho”.
Después de superar esta etapa, alquiló un espacio para instalar su restaurante, en el que empezó a preparar 40 almuerzos cada día, de lunes a sábado.
“Tuve mucha suerte desde ahí. Haciendo los cálculos. el primer mes vi que tenía ganancias y eso me impulsó a seguir”.
Jaime, en busca de seguir superándose estudió de noche, contabilidad, en un instituto.
Recuerda que comenzó a trabajar con su mamá y una ayudante en el día.
Actualmente son seis personas que le ayudan y ya no prepara solo 40 platos diarios, sino entre 130 y 150. Su antiguo restaurante se lo dejó a su hermana, que aprendió durante todo este tiempo los “secretos de cocina”.
Jaime instaló el “Rincón que no conoces” en la calle 6 de Agosto entre Cleómedes Blanco y Ayacucho. El lugar es estratégico. Queda cerca del Juzgado de Quillacollo, de la cárcel de San Pablo y de la Alcaldía.
“Ahora soy como el jefe de cocina. Para ahorrar tiempo invertí en una peladora de papa, procesadora de verduras y otros. También tengo mi propio auto y ahorré para el anticrético del restaurante”.
Las aspiraciones continúan
Jaime no quiere quedarse como propietario de un restaurante y el que prepara los alimentos, sino que quiere ir más allá.
Tener una segunda opción para cuando “el negocio no sea rentable” es lo que quiere antes de consolidar una familia.
Actualmente es soltero y su dedicación a su pequeño emprendimiento es al cien por ciento.
Todos los viernes va de madrugada al mercado para hacer las compras de verduras y todos los productos que requiere para la semana.
Su formación como técnico en gastronomía incluía un poco de administración de empresas y contabilidad, lo que le ayuda en el manejo de su restaurante. También le permite realizar inversiones que puedan mejorar su atención a los clientes.
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