Pequeñas artesanías fabricadas en Llallagua se convirtieron en un atractivo popular en La Ceja que llama la atención de los ciudadanos quienes se aproximan al puesto para adquirir una de las miniaturas para el adorno de su hogar.
Patricia Colque es la encargada de realizar este arte, ella tiene 38 años y tiene sobre su espalada la responsabilidad de sostener a una familia de cuatro integrantes.
Junto a los suyos, vive en una localidad alejada de Llallagua. Desde hace muchos años sus necesidades económicas se vieron incrementadas por el nacimiento de sus dos pequeñas hijas, entonces decidió brindar rienda suelta a su creatividad desempolvando un antiguo oficio que le fue heredado.
“Las artesanías provienen de los tatarabuelos de mi esposo, ellos de generación en generación transmitieron sus conocimientos hasta que llegó a mi esposo, el jamás habría pensado que algún día este oficio nos serviría para mantener a la familia. Él fue quien me enseñó y ahora nos dedicamos enteramente a fabricar estos llaveros para mantener a nuestra familia”, comentó Patricia.
Se trata de unos sobreros de tinku en miniatura, sin embargo, lo especial de ellos, es que tiene un acabado que contempla hasta el más mínimo detalle.
“En realidad, el procedimiento es muy moroso, desde el momento en que compramos el cuero debemos someterlo a una serie de trabajos y luego recién se inicia el trabajo que consta del corte el armado, el cosido y finalmente concluir con todos sus detalles”, agregó la artesana.
Uno de los detalles más sobresalientes de sus productos es que llevan pequeñas plumas, que son reales.
“Utilizamos estas plumas que son previamente lavadas para teñirlas con los colores de nuestra bandera nacional”, remarcó la experta.
Cada que acaba una determinada cantidad de sombreritos, ella viaja largos kilómetros desde Llallagua, para asentarse en plena Ceja de El Alto, ahí espera que su producción sea requerida por el pueblo alteño.
“Vengo más o menos dos veces al mes, porque tardamos bastante hasta reunir la cantidad necesaria, ahora vine sólo con mi hija mayor (de cuatro años), la otra se quedó con su papá, no la traigo porque está haciendo mal tiempo, se puede enfermar con el frio”, manifestó Colque.
Ayer, ambas tuvieron que pasar frío porque en su pequeño puesto de venta de menos de un metro cúbico, sólo cuenta con un pequeño nilón para que sus obras de arte no se ensucien, y ella acompañada de su pequeña se sienta en un pequeño banquito de 30 centímetros.
Sin embargo, la población alteña demuestra gran aceptación de sus productos.
“Llama la atención porque son miniaturas perfectamente replicadas, con los materiales originales, además vemos que realiza algunos en presencia nuestra, yo por lo menos comparé varios para mandarles de recuerdo a mis familiares que están en el exterior del país”, manifestó una de sus clientes.
Y es posible comprar varios porque todo su esfuerzo se traduce en cinco bolivianos, precio que no lograría remunerar el trabajo empleado en cada uno de ellos.
“Lo que pasa es que más caro ya no me comprarían, así barato sí se llevan, además tengo unos de siete bolivianos y otros que son un poco más grandes a 15”, señaló Patricia.
Por ahora ya debe retornar a su población, sin embargo, aquellos que se hayan perdido la oportunidad de adquirir estos magníficos trabajos estarán a la expectativa de su retornó que será dentro de dos semanas.manas.
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