Offman González de los Ríos odia la electricidad. Estudió cuatro años de Ingeniería Mecánica para alejarse de esa misteriosa energía. No pudo. Pero pudo usar el magnetismo para crear un motor que produce electricidad. Lo hace tan eficientemente que su garantía se extiende por cinco y diez años. Y lo hace con viento.
Durante toda la entrevista, muestra la actitud apresurada y concentrada de quienes saben que el tiempo apremia.
Como el entusiasmo de algo recién descubierto, explica rápidamente que no le creían que uno de sus motorcitos, girando 300 veces por minuto, pudiera generar 12 voltios y 30 amperios. “Eso es mucho”, le decían los menonitas a los que intentaba vender sus primeros generadores eólicos.
Ahora, en Neoland y en otras colonias menonitas, resulta imprescindible un generador de Fábrica de Energía Ecológica Berlín (FEEB), su pequeña empresa. Cada generador tiene la magia suficiente para encender 20 focos, una heladera y un televisor. Todo al mismo tiempo.
La locura inicial
Aunque nació en Camiri, su aventura empezó cuando decidió fabricar molinos para agua y venderlos en Mairana, donde residía con su esposa. Al poco tiempo llegó un comerciante que vendía molinos argentinos 200 dólares más baratos que los suyos. No vendió ni un solo molino más. La solución vino de su pareja:
- “Por qué no hacés generadores con viento”.
- “Yo odio la electricidad”.
Pero empezó a hacerlo. Compró magnetos usados de motocicletas y empezó a perfeccionar un motor. Se trasladó a Santa Cruz, vendió todo lo que tenía, pero se quedó con una bicicleta. Se colgaba de los micros para llegar hasta los talleres donde hacía pruebas.
-“Estás loco”, le dijo su mujer.
La verdad es que lo parecía. No dormía imaginando el lugar donde colocaría los imanes. Las ventas y el dinero escaseaban. Un golpe de realidad le llegó cuando le ofrecieron un empleo y no en cualquier empresa, sino en una petrolera. Los apuros económicos pasaron, pero los imanes y la electricidad seguían atrayéndolo. Renunció y en la familia no faltaron ganas de guasquearlo.
Los primeros clientes
El octavo día del octavo mes de 2008 (“el ocho del ocho de 2008”), vendió su primer motor. Su cliente era un draguero, es decir, uno de los obreros que extraen arena y ripio del río Piraí. Los dragueros usan generadores que utilizan carbones para generar energía. Basta un poco de arena para que los carbones dejen de funcionar. Se quema el relay y chau energía.
Los motores de Offman no tiene carbones, solo un imán, diodos y el cable, así que la arena no los afecta. Y como el imán es prácticamente eterno, funcionan durante años. “No se frega. Hace año y medio lo tengo y solo he cambiado la polea”, comenta Tiburcio Benavides, que trabaja desde hace 15 años en el Piraí. Palabras más, palabras menos, lo mismo opinan Deivi Suárez y Juan Palma, dragueros que confían plenamente en los motores. Ventaja extra: no requieren de baterías. La celda de una batería puede contaminar hasta 10.000 litros de agua. Cada batería tiene 16 celdas.
Offman siempre estará agradecido con los menonitas de Valle Esperanza, el Tinto, Colonia Cupesí y Neuland, que le compraron los primeros aerogeneradores.
En su taller funde los cuerpos de aluminio de estos motores, que ya están hasta en tractores oruga. Por la noche, lejos de miradas que podrían copiar su trabajo, acomoda los imanes. La herencia para sus hijos está casi asegurada
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