"Vivimos del pan de Laja. En ningún lugar pueden igualar nuestro pan”. Las expresiones corresponden a Carmelo Cori, presidente de la Asociación de Panificadores 10 de Septiembre.
No es para menos el orgullo que la expresión refleja. Desde hace cuatro años la producción de ese pan artesanal vive un auge: fue declarado patrimonio paceño, se formalizó una asociación de los panificadores, además que se consolidó la venta del producto en otros departamentos, y hasta hay quienes sueñan con comercializarlo en el exterior.
El principal mercado de este producto es la ciudad de El Alto, debido a que en esa urbe -mencionan los panificadores consultados- están sus "mayores consumidores”. Pero desde hace dos años, ingresaron con éxito al mercado de Santa Cruz.
La escalda comenzó cuando el pan de Laja fue declarado Patrimonio Inmaterial de la ciudad de La Paz el 2010 por la Gobernación paceña. A raíz de ese reconocimiento -afirma Cori- la producción se incrementó en un 50%, debido al incremento de la demanda.
Luego vino la formación de la asociación que consolidó el agrupamiento de 57 panaderos (42 panaderos producen todos los días, comercializan dentro y fuera del municipio, el resto produce pan dos a tres veces por semana, para venderlo en el lugar y en la tranca).
Las ciudades donde más se comercializa el pan son: La Paz, El Alto, y Santa Cruz. Otros espacios donde se lo vende son las ferias anuales y semanales de los municipios, entre ellos Viacha, Achacachi y Guaqui.
María Mercedes Cori Alejo, manda a Santa Cruz 1.500 panes, cuatro veces a la semana. "Aquí han venido a buscar ellas (comerciantes), mi hermana mandaba, y ahora yo mando”.
Un negocio, mil historias
A minutos de llegar a Laja, desde la carretera se vislumbran las torres de su histórica iglesia, que data del siglo XVI, y que causa mucho interés a viajeros y turistas, que se detienen para visitarla. Pero lo que más llama la atención al recorrer las calles de esta localidad, es que todas las tiendas tienen una canasta semionda en la que ofertan el pan artesanal de Laja.
Una de las panificadoras es la señora Janeth Aliaga, que comercializa su producto en el retén policial. Sus principales compradores son los choferes y pasajeros, que atraviesan por esa región rumbo a su destino.
Aliaga recuerda que desde niña se dedica a este ámbito, y cuenta que incursionó en él cuando su madre quedó viuda. A los 12 años comenzó a vender pan en la "tranca” de Laja, para ayudar a mantener a sus cuatro hermanos. "Mi papá, mi mamá, mis abuelos hacían pan, con esto no más se sobrevivía siempre en Laja”, sostiene.
En el caso de Eulogio Merlo Cortés, éste empezó a producir pan hace tres años. Ingresó a este ámbito porque se trata del negocio de su familia. "Yo no era panadero hace tres años que hago, y como el maestro me fallaba he tenido que aprender”, asegura.
El pan de Laja se comercializa a 40 centavos, Janeth Aliga reconoce que se obtiene ganancias de la venta. "Para qué vamos a decir que no, se gana, para sostener y mantener a los hijos”. Datos del censo 2012 muestran que Laja tiene 23.673 pobladores, muchos de ellos dedicados al negocio del pan artesanal. Una de ellas es Janeth, quien sueña con comercializar el producto en países del exterior. "Me gustaría que este pan se exporte, ya que es un patrimonio”, asegura.
Inversión y mercados
Inversión Se invierte un aproximado de 250 bolivianos por quintal de harina, más los ingredientes, sal, agua y otros. Además del precio de la leña que se adquiere de barracas.
Producción Un quintal elabora alrededor de 900 panes que son comercializados a 0.40 centavos. Que hace un total de 360 bolivianos.
Actualidad Se incrementó el 50% de las ventas, en cuatro años. En la actualidad los panificadores de Laja utilizan 1.800 quintales de harina al mes.
Mercados Los mercados donde más se comercializa el pan de Laja son: La Paz, El Alto, Santa Cruz y los municipios, en sus ferias semanales y anuales.
Un legado para su descendencia
La mayoría de los panificadores de este municipio aprendieron el oficio desde niños, ayudando a sus padres a realizar un producto, que con el tiempo se convirtió en su fuente de recursos.
Janeth Aliaga heredó la habilidad de preparar este pan saludable de sus padres Francisco Aliaga y Clementina Sentellas, hoy en día ella inculca a sus dos hijos mayores a que también aprendan.
Así también recordó Carmelo Cori, presidente de la Asociación de Panificadores 10 de Septiembre, que sus abuelos hacían pan hace mucho tiempo y es una costumbre. "Nuestros padres hacían siempre pan, como ya son de la tercera edad, ya los hijos continúan. Ahora mis hijas también ya hacen, yo ya hago poco”.
Flora Ivañez, de 19 años, expresó que desde niña empezó ayudar en los hornos hacer pan y ahora le ayuda a su hermana, "Hago de todo; horneo, amaso, todo” aseguró que el trabajo no es pesado, "es no más fácil”, sonrío.
Por ello, la elaboración del pan de Laja es una herencia que pasa de generación en generación.
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