La vida de las mujeres en la comunidad Ipitakuape -ubicada en el municipio de Charagua, al suroeste de Santa Cruz- dio un giro inesperado hace cinco años cuando, con un espíritu tenaz y emprendedor, apostaron por la práctica sostenible de la apicultura, para asegurar la alimentación de su familia y generar ingresos económicos como nunca antes.
A la sombra de unos árboles frondosos que atenúan el calor abrasador, se encuentra su espacio de trabajo a campo abierto, donde 11 mujeres realizan todo el proceso artesanal de producción de miel para consumo y también la elaboración de un shampoo a base de este producto natural.
Este sueño comunal fue materializado en 2008 con el apoyo del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) Cordillera, que a partir de los saberes locales impartió conocimientos técnicos para el aprovechamiento de este producto, pero de manera sostenible.
Con la dotación de equipos de protección y herramientas para la recolección de miel, y la construcción de apiarios a 300 metros de las viviendas, las mujeres pusieron manos a la obra con tal diligencia e interés que incluso los niños y los varones se animaron a participar en este proyecto.
"Esta iniciativa nos ayuda en los ingresos de nuestras familias. Antes no teníamos nada que hacer, sólo cuidábamos a nuestros hijos, pero ahora vendemos nuestros productos en ferias. Me siento feliz porque las mujeres aportamos en la transformación de la comunidad”, afirma Prudencia Avelino, presidenta de este grupo de emprendedoras.
El proceso de producción comienza con la cosecha de la miel, retirando las cajas donde las abejas almacenan la melaza. Luego, con un cuchillo y mucho cuidado quitan la cera que se forma en los marcos con rejillas, y los acomodan en un extractor, donde centrifugan manualmente para extraer el producto de los panales.
Finalmente, como la miel centrifugada sale con algunas impurezas, como pedazos de panal, partículas de propóleo o cera, la filtran en mallas milimétricas y la envasan, sin alterar las propiedades de este producto considerado una fuente de calorías.
Antes de la implementación de esta tecnología, los comunarios guaraníes, meleros por tradición, recorrían el monte con machete y hacha en mano en busca de panales. "Cuando encontraban miel, prendían fogatas y tumbaban árboles para cosecharla, y eso dañaba el ecosistema”, explica Rolando Villagra, técnico de CIPCA.
Ahora, con los cambios realizados, no sólo cuidan el medio ambiente de la tala y de incendios, sino que al tener el trabajo de las abejas cerca de la comunidad, ven cómo polinizan las plantas, haciendo que el monte florezca de manera natural.
Y no sólo eso. Tener una producción más estable y diversificada les permite salir eventualmente a las comunidades aledañas y a la feria de Charagua para ofertar la miel a 30 bolivianos el kilo y también el shampoo natural, a 15 bolivianos por botella.
Si no tuviesen acceso a las mismas, por la lluvia o por falta de transporte, ellos consumen sus productos, empezando por los niños, quienes al ver de cerca el trabajo que realizan siempre esperan recibir una porción de miel en vasos pequeños.
"Las mujeres son más activas y decididas para llevar adelante estos proyectos. Es un apoyo para la educación y el sustento diario de la canasta familiar, por eso los varones las apoyamos y ahora miramos un futuro mejor para la comunidad”, afirma el dirigente comunal Ángel Avelino.
Por lo general, los varones de la comunidad se ganan la vida al ofrecer su mano de obra para trabajos de construcción o agricultura en otros lugares. Esto hizo que muchas familias migraran en busca de mejores oportunidades fuera de Ipitakuape.
No obstante, este proyecto fue como una luz al final del túnel que impulsó tanto a las mujeres, que, sin opción a descansar en los meses que no producen miel, se dedican a la fabricación de un shampoo de sábila que recolectan del monte.
Adriana Romero, una de las integrantes del proyecto, explica que la preparación del shampoo es un proceso sencillo que sólo demanda tener la materia prima, sea miel o sábila, y algunos ingredientes básicos como jabón neutro, glicerina y un poco de agua.
"Es fácil de hacer, sólo se necesita un poco de paciencia, insumos y maquinaria especial. Como nosotras ya tenemos todo eso, entonces nadie nos detiene”, afirma con una sonrisa que marca las arrugas de su rostro.
Con esa espontaneidad y trabajando en equipo, estas mujeres diligentes van marcando el camino para las nuevas generaciones y pronto se convierten en un ejemplo inspirador para comunidades que ven de cerca los frutos de este esfuerzo.
Es que Ipitakuape tiene un encanto singular. Son los paisajes naturales, la calidez de la gente y la tranquilidad del entorno lo que hacen de este lugar un paraíso terrenal que, a cinco años de ese giro inesperado, se mantiene de pie en la búsqueda de días mejores para la comunidad.
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