lunes, 18 de mayo de 2009

La ropa usada mueve miles y miles por día

“¡Canguros, sudaderas, buzos, camisas, beatles, a cinco bolivianos!”, ofrece un niño en uno de los ocho puestos que Maggy Hilari, comerciante de ropa usada, tiene en la avenida Panorámica, en la zona 16 de Julio de El Alto.

En los 10 minutos que duró la entrevista de la vendedora con La Razón, una decena de personas se acercó al puesto para preguntar por la mercadería; tres de ellas se llevaron algunas prendas.

Los precios, la calidad, los modelos y el buen estado en algunos casos son el gancho perfecto con el que la ropa estadounidense se vende en la que es denominada la feria más grande de Bolivia. “Nosotros no contamos con un trabajo fijo. Hace tres años murió mi esposo y ahora yo debo mantener a mis cuatro hijos”, sostiene Maggy (30 años).

Doña Maggy, como la conocen en la Asociación 2 de Febrero, habla con autoridad. “Yo doy empleo a jóvenes que me ayudan, a una señora, a los planchadores, pero además a los cargadores, a los taxistas, a las comideras y a las fresqueras. Empleo como a siete personas”, se defiende la dirigente, ante la prohibición de la importación de ropa usada desde el 2007 y el también vigente veto a su venta desde el 1 de abril.

Con estos argumentos, Maggy, que ayer retornó de un congreso nacional del sector realizado en Sucre, informa que se ratificó el rechazo a la propuesta del Gobierno de pagarles 650 bolivianos mensuales durante tres meses, a cambio de que entreguen toda su mercadería.

“¡Con tanto sacrificio he conseguido mi capital! es absurdo que nos digan que les demos la mercadería a cambio de 650. Mi capital es más de 3.000 dólares, en mi depósito tengo otros 5.000 dólares en fardos. Ahora estoy agarrando (comprando) ropa china y taiwanesa para probar, pero la gente prefiere la ropa americana”, asegura Hilari.

La comerciante indica que, de joven, trató de vender ropa nueva, y con esa experiencia afirma que no es lo mismo. “A lo mucho vendes dos prendas o cinco, pero con la ropa americana yo vendo más de 300 prendas en el día”.

Los precios de los productos que Maggy ofrece a sus clientes van desde un boliviano hasta 70, que son ropa de marca. También ofrece tres prendas por Bs 10, 20 y 25. Un canguro usado en buen estado vale 45 y uno nuevo 120.

El negocio fue ganando terreno en El Alto. Hace una década sólo se vendía ropa usada en las calles Pascoe y Luis Tórrez, de la zona 16 de Julio. Actualmente, el comercio de estos productos se extendió a otras 10 cuadras, como mínimo; sin tomar en cuenta que en la urbe alteña cada día pueden instalarse una o dos ferias en otras zonas de esa ciudad.

Según Maggy Hilari, en El Alto hay 46 organizaciones de comerciantes de prendería usada. En la ciudad alteña y en La Paz, cerca de 250.000 personas viven de la venta de esa mercadería.

El Gobierno ha manifestado que no habrá ampliación para la venta de prendería a medio uso; sin embargo, a la fecha, no emprendió acción alguna para impedir esta actividad y se limitó a señalar que esa labor es responsabilidad de las alcaldías.

Ante la eventualidad de que los gobiernos municipales decomisen estos productos, cuya venta continúa pese a estar prohibida desde hace un mes y medio, los comerciantes empezarán a recolectar firmas desde el próximo jueves con el fin de saber si la población está de acuerdo o no con que esta ropa se siga comercializando.

El Congreso dio un plazo de dos meses a sus afiliados para reunir la mayor cantidad de firmas de apoyo. En La Paz y El Alto creen que en un solo mes podrán conseguir muchas firmas. “Hay harta gente que nos apoya. Si nos van a quitar nuestra fuente de trabajo que nos den otro empleo con el mismo sueldo”, insiste Maggy, y sostiene que un sueldo de Bs 3.000 no le alcanzaría para mantener a sus hijos. “Tres mil no alcanza para nada y no podemos perder nuestro capital así nomás”, concluye.

Inés Sánchez, otra vendedora de ropa usada en la feria 16 de Julio, coincide con Hilari.

“Esta ropa no es tan vieja como ellos dicen (los productores nacionales). A veces hay venta y a veces no hay venta. Déjennos vender aunque sea hasta diciembre. Sino ¿dónde vamos a trabajar, qué vamos a hacer? ¿Nosotros acaso somos culpables de que se hayan cerrado las fábricas?”, pregunta Sánchez, esposa de un ex trabajador de la fábrica de vidrios en Pura Pura.

Inés compra fardos de ropa que, según la calidad, cuestan desde 40 hasta 180 dólares. Algunos mayoristas se han instalado cerca de la Base Aérea de El Alto y desde allí proveen el producto a los vendedores de ropa usada.

“Una vez fui a Oruro a agarrarme ropa. Sin embargo, en la ex tranca me decomisaron, por eso prefiero comprar aquí en la 16 de Julio”, indica Inés. El esposo de esta comerciante y tres de sus siete hijos se fueron a trabajar a Buenos Aires, Argentina.

APUNTES

Procedencia • Según un estudio del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), la ropa usada que se vende en el país proviene de almacenes de Estados Unidos, conocidos como Good Will y Second Hand. El primero recibe donaciones a nivel mundial, las vende a precios económicos y el dinero va a entidades de caridad.

Ferias • El mismo informe indica que la mercadería que entonces ingresaba al país en forma legal (7%) y la que entraba vía contrabando (93%) se vende en las ferias 16 de Julio en El Alto y Kantuta en Oruro; y en las calles Figueroa en La Paz, Esteban Arce en Cochabamba y Cumavi en Santa Cruz.

Ingresos • Entre el 2000 y el 2005, las pérdidas económicas que registró el país por esta actividad ascendieron a 513 millones de dólares, a razón de 85 millones de dólares cada año.

Trabajo • Del 2000 al 2005, 56.000 fuentes de trabajo generadas en los sectores textil y de confecciones se perdieron por la venta de ropa usada, el sector agrícola perdió 19.000 empleos y el rubro comercial 15.200, según el IBCE.

1 comentario:

  1. Mucha gente ha visto en la venta de ropa usada una gran posibilidad de generar ganacias con un negocio que no necesita mucha inversion de dinero.

    ResponderEliminar