viernes, 28 de abril de 2017

Crisis, cuando vender en la calle es la “salvación”



Constantino Vicente tiene 57 años de edad, está casado y es padre de tres hijos que se encuentran estudiando en la universidad.

Él es comerciante desde sus 30 años, recuerda que le costó mucho lograr un negocio establecido en la zona de La Loma, donde vende cristalería, artefactos electrodomésticos, vajillas y ese tipo de artículos para el hogar.
Sin embargo, debido a la falta de movimiento económico y a la poca venta que se registra desde hace ya varios años, su cabeza no para de maquinar ideas para hacer frente a la crisis que “nunca antes” vivió. La alternativa que más se perfila es la de dejar su espacio, su local de venta y retornar a las calles como vendedor ambulante.
La deducción es simple y clara, las ventas no alcanzan para pagar cada mes el alquiler de un local de 3x4 metros aproximadamente y que por esa zona cuesta entre 1.000 y 1.200 bolivianos. A eso, se suma el hecho de que al ser negocios legalmente establecidos, deben pagar impuestos, patentes municipales y cumplir con todos los requisitos que exige la ley. Por lo que al hacer cuentas, los números no cuadran y el panorama no resulta favorable para ellos.
Vicente asegura que la situación está “complicada y difícil” y es que además de los problemas antes descritos, sus hijos están en la universidad y “el recreo que hay que darles ya no es como antes, en la U el recreo es de 10 bolivianos para arriba”, dice.
Su mirada guarda nostalgia, la que se agudiza al ver a su negocio caerse, aquella fuente de trabajo a la que le dedicó la mitad de su vida, “me duele”, asegura y se queda callado por unos minutos.
Pero más le preocupa el no saber qué camino seguir, sobre todo porque a sus 57 años, él dice estar “consciente” de que a su edad ya no conseguirá otro trabajo, por lo que en lo único que puede pensar es en aminorar los gastos y ahorrar todo lo posible para sobrevivir con las pocas ventas que genera su actividad.
“Nunca me ha pasado algo así, pero sé que no hay circulante, hay mucha competencia, aumentaron los comerciantes y no hay fuentes de trabajo. Aunque los hagamos estudiar (a sus hijos) no hay laburo y uno a qué se va a dedicar, se dedican a manejar taxis, al comercio, no es fácil conseguir trabajo”, añade.
Lo que cuenta Constantino no sólo le sucede a él, de hecho el grupo del que él forma parte, la Asociación de Comerciantes Corazón de Jesús, donde están afiliadas 45 familias dedicadas a la venta en aquella zona de La Loma, pasa por el mismo problema. Por lo que sus integrantes piensan de la misma manera y la idea de retornar a las calles parece ganar cada día más adeptos en ese grupo.
Cristina
Cristina Arenas tiene 47 años de edad, es casada, tiene tres hijos de los cuales dos se encuentran estudiando en la universidad. Al igual que Constantino, ella se dedica al negocio en esa parte de la ciudad y lo hace por lo menos 20 años.
Explica que vende artículos de cristal desde que empezó con el comercio y recuerda que en aquellos años los productos que vendía “salían” y el negocio daba para vivir dignamente; sin embargo, en la actualidad, su familia debe pasar privaciones pese a que ella se dedica al negocio y su marido maneja taxi para aumentar los ingresos de su familia.
Recuerda que en sus inicios, por muchos años, ella vendía su mercadería también en La Loma, pero sentada en la calle. De hecho, dice que fue mucho el esfuerzo, el trabajo y la apuesta que hicieron para mejorar hace tres años su comodidad, sentirse más seguros y llegar a alquilar un ambiente para instalar su negocio. Empero, hoy sufre con el sólo hecho de pensar que tiene que volver a la calle.
“Yo vendía en la acera de la calle Corazón de Jesús y Hermanos Rojas, en plena esquina con mi marido. Él se iba a la feria y yo me quedaba aquí, porque antes no había muchos vendedores de cristalería y se vendía bien. Todo lo traíamos de Oruro, pero ahora no hay venta, vacío está. Yo estoy en este local desde hace tres años y el alquiler son 1.200 bolivianos haya o no haya venta; así que está como para dejar el local porque la plata no alcanza para el alquiler”, dice.
Consultada sobre en qué porcentaje bajaron las ventas, no se anima a dar una cifra, pero sí asegura que antes se ganaba dinero y éste alcanzaba hasta para viajar a Oruro y traer mercadería, cosa que ahora es prácticamente imposible. De hecho, dice que ni con la ayuda de su marido, quien trabaja de taxista, se puede igualar a los ingresos de antes, lo que a su entender es un reflejo claro de que la crisis aún no se supera.
Pero quien sí se animó a dar una cifra del bajón de las ventas es su compañero, Constantino, quien afirma que la venta de productos redujo hasta en un 60 por ciento. Dice que las personas pasan por los puestos a preguntar en menor intensidad que antes, pero sólo se quedan ahí y no efectivizan la compra.

La tercera edad
Asunta (nombre ficticio) no quiere salir a la luz pública, pues teme que sus hijos la reprochen. Tiene 73 años de edad y si bien sus herederos ya son mayores y viven por su cuenta, todavía apoya a dos de ellos en su carrera universitaria. Ella es afiliada a la asociación y vende desde hace 35 años en la misma esquina artículos y ropa de cama, así como también mochilas para niños y otro tipo de artículos pequeños.
Pasaron 20 minutos de las 18.00 horas y dice con mucha tristeza que durante todo el día no logró vender nada, algo que ya no le sorprende, pues es algo que últimamente le toca vivir seguido. Lo que le queda en el recuerdo son aquellos años cuando el negocio sí rendía y lo menos que vendía eran 500 ó hasta mil bolivianos por día.
Para Asunta, el vender o volver a la calle ya no es una opción por su edad avanzada. De hecho, pese a que es viuda y contrató a una ayudante para que la colabore con las ventas, no cree que sea posible su retorno a las calles. Dice que sólo le queda perseverar en su local de trabajo y esperar que las cosas mejoren con el tiempo.
Asegura que la situación por la que atraviesan, además de la crisis económica departamental, se debe también a la competencia existente. Para Asunta, una de las principales causas para el bajón de las ventas en aquella zona de la ciudad, son las ferias barriales, donde según ella asisten las personas para proveerse de lo que necesitan y así ya no les es necesario ir hasta los negocios para comprar.
De esta manera Asunta, Cristina y Constantino reflejan la compleja realidad por la que atraviesa un grupo de personas que son parte de la ciudad. La situación de los comerciantes de la Asociación Corazón de Jesús no es aislada y de hecho, es el acontecer de todos los comerciantes de este lugar que ponen en sus autoridades y empresarios, las esperanzas de un futuro mejor.

ALGUNAS MUESTRAS DE LA CRISIS EN TARIJA

Comercio
La ejecutiva de la Federación Departamental de Gremiales de Tarija, Adriana Romero, dio a conocer que el comercio informal en la calles de Tarija incrementó en un 30 por ciento a febrero de este año. El 2016 tenían 8.000 afiliados en la ciudad y ahora sobrepasan los 10.000

Empresas
El 2016 se registró el mayor número de cierre de empresas de los últimos seis años en Tarija, según un informe de Fundempresa. Las de venta por mayor y menor, constructoras, de servicios profesionales, manufactureros, de alojamientos y comidas, fueron las más afectadas.

Acciones en lo público
Conscientes de la paralización económica en el departamento, la Gobernación de Tarija gestiona un crédito de 700 millones de bolivianos para reactivar e iniciar más de 80 proyectos paralizados. Las autoridades esperan que con ese dinero se reactive la economía departamental.

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