María Eugenia Terán y Óscar Mejía son esposos que profesan la fe evangélica y que tienen muchos sueños con respecto al futuro. Hasta hace unos cinco años, él trabajaba en un taller de costura de zapatos, pero un día el pastor de su iglesia les planteó un desafío: por qué no abrir su propia empresa de calzados. Los esposos se quedaron sorprendidos, pues la idea era un desafío enorme tomando en cuenta la maquinaria e inversión necesarias, pero también tenían fe y se les quedó la certeza de que para Dios no hay nada imposible.
Un tiempo después, encontraron una vieja planchadora de cuero en la casa de los suegros en Sipe Sipe, Óscar improvisó y reunió otras máquinas (el esmeril, la regla, pinzas, tijeras y otros) hasta instalar un pequeño taller.
Y dieron un salto al vacío. Él renunció a su trabajo y en 2010, ambos esposos daban vida a su propio emprendimiento de calzados al que pusieron de nombre Shalom (paz, bienestar, en hebreo), un proyecto que produce actualmente 12 modelos de zapatos de prácticamente todas las tallas, desde el número 27 hasta el 43, para damas y varones, de cuero legítimo, elaborados de forma artesanal y con una calidad garantizada.
Tal es la garantía que María Eugenia presentó en 2014 su proyecto de ampliación de modelos de zapato de oficina para varón, el cual le valió un premio de asesoramiento en el concurso EmprendeIdeas Mujer, de la Sociedad Boliviana de Cemento (Soboce).
Además, los modelos en oferta fueron ampliándose, desde los zapatitos para cholitas con los que empezaron el negocio, pasando por los botines y los tenis deportivos de diversos diseños y terminando en los zapatos formales. Está también en agenda incursionar este año en botas industriales.
Y todo, elaborado en casa sólo por los esposos, aunque últimamente participa también, y de forma bastante activa, el hijo mayor: Esdras, quien se convierte en la esperanza para el futuro del emprendimiento.
Entre los tres elaboran cada día un promedio de una docena de pares y a veces hasta dos docenas. Sin embargo, la demanda es mayor, pero los esposos no pueden abastecer más, pues para ello haría falta más personal y, obviamente, más máquinas, lo que consecuentemente implica contar con inversiones.
Mientras se realizaba esta entrevista, la familia se hallaba muy concentrada para cumplir con un pedido de varios stocks de zapatos escolares, tomando en cuenta la demanda a principios de año, cuando comienzan las clases.
El sueño de María Eugenia es contar con una de esas máquinas armadoras con las que se pueden elaborar hasta 200 pares por día, pero el costo implica al menos unos 50 mil dólares.
Por ahora, el proyecto es comprar el cuero de curtiembres Tommy y América, y plantillas de goma de otras empresas. Tras un proceso de corte y costura de la horma, lijado, planchado y lustrado se pueden sacar la docena o dos docenas de pares por día, según los pedidos que les hagan los compradores al por mayor (propietarios de tiendas en el centro de la ciudad o en La Cancha).
Eso sí, aunque el trabajo sea artesanal, los esposos buscan dejar el máximo de calidad posible a sus productos. Cuenta María Eugenia que cuando le toca ofrecer sus productos por unidad en ferias como la de Saint Germain desafía sus potenciales clientes a que memoricen su cara. "Míreme bien. Me va a volver a buscar porque el zapato le va a durar bastante tiempo".
El proyecto también incluye el destino del cuero desechado. Las piezas son embolsadas y vendidas por kilos a zapateros o convertidas en adornos, miniaturas y llaveros, que son obsequiados a fin de año a los clientes asiduos.
Así, el proyecto cierra un círculo, que engloba desde la concepción del sueño, tratamiento de la materia prima, elaboración artesanal, zapato por zapato y empleo del material sobrante.
"Míreme bien. Me va a volver a buscar porque el zapato le va a durar bastante tiempo".
PERFIL
Los esposos
• Óscar Mejía y María Eugenia Terán, además de esposos, son compañeros de trabajo y comprometidos en la fe evangélica.
• Él es técnico en Agronomía, aunque su profesión le sirve de poco en el nuevo emprendimiento. Trabajaba a destajo en un taller de calzados, pero decidió emprender su propio negocio. Ella hizo algunos cursos con EmprendeIdeas.
Los hijos
• Tienen tres hijos: Esdras, Eunice y Ezere. Esdras tiene 18 años, es bachiller y decidió estudiar Ingeniería Comercial.
• Está muy interesado no sólo en el futuro comercial de la empresa de su familia, sino también en la elaboración del calzado. Junto con su padre, asiste constantemente a cursos de capacitación en tecnología del cuero y diseños.
Alto costo
• Una de las ironías del trabajo de Shalom es la gran diferencia de precio que existe entre el producto salido del taller de los esposos emprendedores al por mayor y el precio por unidad en una tienda de La Cancha.
• Por poner un ejemplo, unos mocacines de 110 bolivianos o unos tenis de 120 terminan revendiéndose en 200. Unos botines de 200 pueden llegar a valer hasta 320 con el revendedor.
• Por ello, otro de los sueños de los esposos es poder contar con un puesto de venta de sus propios zapatos.
• Por lo pronto, las oportunidades de lograr algo más por sus productos son las participaciones en la Feria del Cuero en el Saint Germain o incluso la Feria Internacional de Cochabamba (Feicobol), aunque también reconocen que participar en eventos tan grandes demanda mucha inversión que, contrapuesto a los pocos días de venta, hacen pensar en la rentabilidad de estas participaciones.
• De cualquier manera, para los clientes que deseen adquirir sus productos pueden contactarse con el celular 79954468.
Que bien se be trabajar en familia
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