Alcanzar el pleno desarrollo, para un país como Bolivia, es un reto en el que todos jugamos un rol protagónico. Obviamente, quienes tienen un mayor ámbito de influencia tienen una responsabilidad mayor. Por ejemplo, los empresarios –sean grandes, medianos o pequeños—, al desarrollar sus empresas y los mercados en los que compiten, aportan de manera directa al desarrollo del país. Principalmente, creando condiciones laborales de calidad y ofreciendo a sus colaboradores un ambiente en el que pueden desarrollar su potencial y convertirse en personas más productivas. También las empresas pueden crear o descubrir nuevas tecnologías; es decir, maneras diferentes e innovadoras de hacer las cosas para alcanzar un mismo resultado con un costo menor y con mayores beneficios para sus clientes.
Nada parece indicar que transitamos hacia una reducción de la informalidad y, por lo tanto, hacia la capacidad de ofrecer condiciones laborales cada vez mejores para quienes trabajan en esas empresas. Más bien es todo lo contrario.
Las empresas medianas y pequeñas, con un grado de formalidad mayor, ofrecen a sus empleados mejores condiciones laborales. Si bien a muchas de ellas les toca competir con la informalidad, las que sobreviven en esa lucha desigual tienen el potencial de crecer y ofrecer un número cada vez mayor de empleos de calidad.
Una de las principales limitaciones de las pequeñas y medianas empresas es su reducido capital. Como ocurre en muchos casos, es necesario soportar pérdidas durante algún tiempo antes de generar utilidades y fortalecerse patrimonialmente. Esta difícil prueba muchas empresas no la superan y el sueño termina pronto, pues la falta de liquidez termina por estrangular a muchas empresas en el preciso momento en que todo parecía indicar que podían salir adelante.
Además de la educación y las reglas claras, un factor importante es, por lo tanto el acceso a financiamiento. Este es un problema que lo comparten muchos países, pues, en general, las entidades financieras a nivel global no han desarrollado las tecnologías que les permitan manejar un nivel de riesgo aceptable en sus operaciones con pequeñas y medianas empresas, también designadas como Pymes.
Los recursos económicos existen, prueba de ello es la cantidad de dinero en exceso que el sistema financiero mantiene en depósitos en el Banco Central de Bolivia. Para mayor evidencia, también puede analizarse la tasa de crecimiento de los depósitos y de la cartera, que crecen a razón de dos dígitos al año, versus el número de prestatarios, que crece a tasas cada vez menores y de un solo dígito, muy cerca del 1% o menos.
El mercado de valores es una opción interesante para mejorar las condiciones de financiamiento de las Pymes, pues la metodología de evaluación a través de la calificación de riesgo mitiga en gran parte los riesgos asociados a ese estrato empresarial. No obstante, los inversionistas institucionales mantienen un perfil conservador y demandan calificaciones de riesgo superiores al grado de inversión. Si bien muchas Pymes obtienen calificaciones de riesgo aceptables, estas de todas maneras no alcanzan para cumplir los altos estándares que demandan los inversionistas institucionales. Es justo reconocer, sin embargo, que esta situación no solo se da en Bolivia, pues existen otros mercados en los que los inversionistas son incluso más conservadores.
Una posible solución a este aparente callejón sin salida podrían ser los fondos de capital de riesgo, que en nuestro país aún no se han creado aún.
Se entiende por capital de riesgo a los recursos de terceros que son proporcionados temporalmente a proyectos o empresas que no pueden acceder a financiamiento, usualmente mediante aportes de capital, con el fin de que dichos recursos contribuyan al desarrollo de los proyectos o al crecimiento de las empresas mediante el aprovechamiento de las oportunidades de negocios para posteriormente desinvertir en dicha participación y obtener el retorno a su inversión.
De esa manera no solamente se crea una alternativa de inversión y diversificación para los inversionistas institucionales, sino que se da inicio a un círculo virtuoso de financiamiento que permite a la empresa alcanzar un crecimiento acelerado, lo que a su vez mejora su rentabilidad, permitiendo a los inversionistas invertir en un número cada vez mayor de emprendimientos de alto potencial.
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