Rafael Reguerín tiene síndrome de Down. A sus 22 años, es dueño de un estilo original en el diseño.
Lo desahuciaron al nacer. Su corazón era débil y los doctores auguraron que tendría tres años de vida. Hoy, Rafael Reguerín es el orgullo de su familia. Un artista brillante que dedica sus días al diseño de modas. Ha encontrado en el arte un espacio donde expresarse y ser él mismo. La inspiración lo ha transportado a reinos imaginarios. Su cuarto es un mundo aparte. Un órgano, una guitarra, un par de pesas, dibujos, una radio, videojuegos, muñecas y un surtido de telas son el paisaje que viste su mente. Su atuendo es impecable: con un toque retro, al estilo de los años 50, onda Sinatra, gafas y un sombrero de jazz, Reguerín refleja una personalidad fuerte. El día comienza para él a las 09.30, se sirve su desayuno, hace ejercicios y luego dedica sus horas a hacer de los retazos obras de arte, en su vivienda de Alto Pampahasi. Hojea las páginas de revistas y se informa de tendencias para plasmar sus creaciones en sus muñecas. A los 17 empezó a jugar con bolsas. “Tomaba pedazos de nailon y hacía colecciones. Hizo unos vestidos de novia fantásticos”, cuenta Baryniah Reguerín, su hermana de 24 años. “Luego hurgó las telas de mi mamá”. Éstas se transformaron en prendas femeninas que en nada tenían que envidiar a las de un Roberto Cavalli.
Años de silencio. María Chuquimia de Reguerín, su madre, quien trabaja medio tiempo en una agencia de seguros, dedica la mayor parte de sus jornadas a Rafael. “Fue a colegios regulares de educación hasta octavo. Sus compañeros se burlaban de su forma de hablar, lo tenían como a un payaso, y sus profesores no lo ayudaron. Desde entonces no ha vuelto a hablar. Sólo se comunica conmigo y con su familia”, pese a los intentos por hacer que Rafael pueda relacionarse, a través de psicólogas y fonoaudiólogas.
Arte y descubrimiento. Afortunadamente, Rafael encontró un lugar donde sentirse a gusto: la educación especial. Creció en Kusisa Satiri (Sembrador de alegría), un centro de recreación artística para personas con capacidades distintas, donde descubrió el don de la danza al aprender un sinfín de ritmos y pasos. Bailó en presentaciones en el MUSEF, en el Ministerio de Culturas, en el de Justicia, en la Casa de la Cultura y en la Feria de El Prado. Se ha convertido en un líder de la institución. El 30 de septiembre de 2011 hizo un desfile con 15 diseños suyos, lucidos por ocho modelos, estudiantes del centro donde él recibe motivación vocacional. Su madre sueña con que un diseñador plasme las obras del pequeño genio en un futuro para convertir a Rafael en una marca.
2008 se fundó Kusisa Satiri, que organiza el festival de incentivo Nosotros también podemos.
2011 Presentó un desfile con su colección. Su madre sueña con lanzar su propia línea de ropa.
“Empezó a cortar telas de las cortinas. Luego le hemos dado más para que trabaje. Ahora sus amigas le regalan retazos”.
María Chuquimia de Reguerín
Música. Según María Reguerín, “le gusta la música clásica”. Melómano por naturaleza, Rafael escucha la radio Panamericana, 90.50 FM. En cada obertura, sinfonía o sonata, el artista hace de su cuarto un parque de diversiones. “Es un poco huraño. Cuando hay clases en el Kusisa Satiri, va con entusiasmo. Se entrena. Conoce infinidad de pasos de baile”, comenta su hermana Baryniah.
Kusisa Satiri. Es un centro que ha cambiado la vida de Rafael, al igual que la de muchos niños, quienes con el baile, el teatro, la música y las artes plásticas han encontrado su vocación. Utiliza como método el arte terapéutico. Pamela Coronel, instructora de danza, afirma que “Rafael es muy abierto y es guía en el baile. Nosotros tenemos ya cuatro años. Queremos sacar adelante a muchos niños como él”.
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