Tenía 12 años y sabía que su futuro no estaba en su tierra. A esa corta edad, Raúl Mena Choque dejó su natal Llallagua, en el sur de Potosí. En el libro de la vida estaba escrito que Santa Cruz sería su hogar; donde echaría raíces, formaría una familia y una pequeña empresa. Ese niño delgado que llegó sin nada a la ciudad de los anillos forma parte de los miles de emprendedores del occidente, que año a año se instalan en la capital cruceña.
En la actualidad, según cálculos de la Federación de Micro y Medianos Empresarios de Santa Cruz (Fedemype) y la Cámara Departamental de la Pequeña Industria y Artesanía de Santa Cruz (Cadepia) un 60% de los microempresarios cruceños vienen del interior del país.
Ya sea desde cualquier punto geográfico que llegaron a la región son la columna vertebral de un sector que cada día crece y crece.
Ambas instituciones señalan que entre emprendimientos formales e informales, solo en la capital oriental, existen más de 150.000 unidades productivas que generan siete de cada 10 puestos de trabajos.
Datos
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), de los nueve flujos migratorios en Bolivia, cinco se dirigen hacia Santa Cruz.
De acuerdo con la entidad, en el país más de 1,3 millones de individuos viven en un departamento diferente al de su nacimiento. De estos migrantes absolutos, 512.752 están en Santa Cruz.
Este departamento absorbe el 35,2% del incremento total de la población generado en Bolivia entre 2001 y 2012. Le sigue La Paz (20,7%) y Cochabamba (17,2%).
El presidente del Colegio de Economistas de Bolivia, Jorge Akamine, señaló que debido a su crecimiento Santa Cruz es el principal destino de los migrantes internos.
Talento
Instalado desde sus 12 años en Santa Cruz, Mena cursó sus estudios por la universidad de la vida, lo que le permitió tener una maestría en el diseño y producción de calzados para mujer, oficio del que asegura es un experto.
“Ya crucé el río en turbión, soy un cruceño de oro”, bromea.
Comenzó en diversos talleres de la ciudad. A los 13 años era un ayudante más, cortaba, sacaba moldes y limpiaba grandes galpones. Pero a los 15 ya era un experto para armar zapatos, de taller en taller fue perfeccionando su oficio.
“Siempre fui bueno dibujando y por esta condición se me hizo fáci el trabajo. Nací para confeccionar zapatos, hago sandalias, botas y todo lo tipo de calzados para las mujeres”, sostiene.
Su talento lo llevó a administrar diferentes empresas, pero desde hace ocho años dirige su propio negocio, en el barrio 27 de Mayo.
“Soy modelista, diseñador y cortador. Tengo trabajo gracias a la calidad de los productos que hago. Porque ahora la gente busca calidad”, dice el hombre 45 años.
En sus buenas épocas llegó a tener hasta 20 empleados. Hoy son tiempos difíciles para el negocio, en su taller por ahora solo cuenta con cuatro trabajadores. Pero es optimista, asegura que su producto en calidad compite con las marcas extranjeras.
Por eso, aunque no son tiempos de vacas gordas, apunta a consolidar su propia marca: Calzados Mena. Su sueño es crecer más, industrializarse y dejar un legado importante.
“Por eso siempre veo las tendencias de moda, cómo cambian los gustos y cuáles son las mejores combinaciones en colores”, sostiene.
Del Titicaca a Santa Cruz
Felix Huaycho, presidente de Fedemype, también es parte de este grupo de personas que llegó del interior. Pero antes de aterrizar en Santa Cruz recorrió Argentina y Brasil.
Natural del municipio de Puerto Acosta, ubicado a las orillas del Lago Titicaca en el departamento de La Paz, a sus 18 años decidió marcharse de este lugar. Su destino no era quedarse en las tierras del lago sagrado para producir papa y oca con bajos rendimientos.
Su viaje por la vida comenzó en Argentina, donde aprendió y pulió el oficio de costurero en los muchos talleres del país vecino. Luego su trabajo lo llevó a Brasil. Ahí, en el país del fútbol y la samba su destreza creció. Con 26 años ya era hora de regresar a Bolivia.
Así lo hizo, en la ciudad de Santa Cruz encontró su lugar en el mundo. Luego de trabajar brevemente en algunas empresas grandes y costurando para marcas internacionales, para conocer cómo funcionaba el mercado cruceño, se independizó.
Desde hace 20 años tiene su taller en el barrio El Palmar. Antes de la pandemia el negocio era exitoso, tenía 15 empleados y buena cantidad de pedidos. Incluso ha desarrollado su propia marca de ropa: Black Sheep (Oveja Negra).
“Siempre fui el diferente en mi casa, me decían la oveja negra, por eso le puse ese nombre a mi marca, porque me representa. Antes de la pandemia estaba pegando mucho con los jóvenes, y ahora vamos a empezar a reactivarla”, afirma.
El dirigente sostiene que su historia es muy parecida a la de muchos que han llegado a esta ciudad y se acoplaron al modelo de desarrollo cruceño. Su organización agrupa a más de 10.000 unidades de negocios. De esta cantidad, más del 60% fueron instaladas por microempresarios llegados del interior.
Se adaptan a los cambios
Darwin Vélez, director de Cadepia, señaló que los microempresarios se concentran en sectores como el textil, metalmecánica, el sector de madera, melamínico y alimentos, entre otros. Pese a la pandemia, afirma que han sabido resistir y adecuarse a la nueva normalidad.
Algunos negocios que producían muebles se volcaron a la juguetería. También se adaptan a los canales digitales ofreciendo sus productos por redes sociales.
El directivo explica que Cadepia agrupa a más de 2.500 unidades productivas, de esta cantidad más de un 60% son dirigidas por microempresarios nacidos en el interior o hijos de migrantes llegados del occidente.
Es el caso de Dilsa Churata, una ingeniera comercial de 42 años, hija de padre cochabambino, que dirige la mueblería Tablex-Bol. Este es un emprendimiento creado hace 15 años por ella y su esposo, Severo Justo Paniagua (52). Hacen la dupla perfecta.
Ella es la mujer de los negocios, la que busca los clientes, los contactos, los acuerdos y la que pone el precio a cada uno de los muebles que producen. En síntesis, ordena los números de la empresa.
Por otro lado, su esposo es el responsable de la producción. Es el que pule la madera, corta los tableros de melamina y arma los diseños que piden los clientes.
“Son años con subidas y bajadas. Fabricamos muebles a medida, la pandemia nos agarró fuerte, pero estamos levantándonos”, señala.
Son tiempos difíciles, por eso tuvieron que abrir un nuevo nicho de mercado.
“Armamos cocinas chiquitas para que los niños jueguen, que se vendieron muy bien en diciembre. También hacemos refacciones, algo que no hacíamos antes”, detalla.
Pese a la crisis generada por la pandemia estos nuevos cruceños, con apellidos de origen aimara y quechua, resisten: no se quebrantan y hacen lo que mejor saben hacer, trabajar.
Fideicomiso llegará a 6.000 microempresas
La Federación de Microempresarios de Santa Cruz (Fedemype) informó que alrededor de 6.000 unidades se beneficiarán del Fideicomiso, lanzado por el Gobierno para reactivar la actividad productiva.
Esta semana el presidente Luis Arce entregó los primeros créditos de un fondo de Bs 911 millones creado por el Gobierno para la reactivación de micro, pequeñas, medianas y grandes industrias bolivianas que fomentan la creación de fuentes de empleo.
Estos recursos provienen de los Fideicomisos para la Reactivación y Desarrollo de la Industria Nacional (Firedin) con Sustitución de Importaciones (SI Bolivia), los productores pueden acceder a créditos con una tasa de interés de 0,5%.
Félix Haycho, presidente de Fedemype, explicó que los sectores más beneficiados son el textil, la producción de cuero, la metalmecánica entre otros.
El dirigente agregó que se están haciendo las gestiones para acceder a estos préstamos y tratar de eliminar trabas burocráticas.
Los créditos del Firedin serán canalizados por el Banco Desarrollo Productivo y del Banco Unión, que ofrecerán préstamos para capital de operaciones e inversión de las empresas que sustituyan importaciones.
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