miércoles, 9 de marzo de 2011

Entre greda y aserrín, la familia Aucatoma se gana la vida fabricando ladrillos


El horario de trabajo empieza a las cuatro o cinco de la madrugada en época de lluvia y en temporada seca a las seis.

Bajo el lema: “el trabajo dignifica, no denigra”, la familia Aucatoma, compuesta por siete personas, fabrica ladrillos desde hace más de dos años. Ante la necesidad de contar con ingresos para sobrevivir, los miembros de esta familia tarijeña iniciaron un negocio propio en su humilde morada, ubicada en la carretera a San Lorenzo.

Martín Aucatoma, junto a su esposa y sus tres hijos, dos de ellos con sus respectivas parejas, se instalaron en un terreno a orillas de la vía, donde elaboran ladrillos, para lo cual construyeron un horno casero de seis metros de largo y tres de ancho, donde producir más de 1.000 ladrillos semanalmente.

Dos carretillas, tres palas y tres picotas son algunos de los instrumentos que utilizan a fin de obtener greda seca, que luego es remojada y mezclada con aserrín, para después ser colocada en moldes de madera construidos por ellos mismos, con las medidas exactas y de diferentes formas.

“Trabajamos todos, hasta las esposas de mi hijos nos ayudan, ya que a veces tenemos muchos pedidos, pero en otras ocasiones está silencio. Con la ayuda de Dios siempre cae alguito de dinero por las ventas que realizamos, que en realidad nos alcanza para subsistir y tener la comida de todos los días”, comentó Martín Aucatoma con una sonrisa en el rostro.

El trabajo que lleva adelante esta familia no es nada liviano, puesto que en algunas ocasiones trabaja más de 12 horas continuas para elaborar el ladrillo “chapaco”, aunque es más conocido como “ladrillo gambote” que se utiliza para diferentes construcciones.

A diario, las mujeres que realizan esta labor conjuntamente los varones, deben rotar funciones. Algunos días excavan la greda, que está a solo metros de su casa, otras jornadas se dedican a moldear los ladrillos o en ocasiones a verificar que sequen los mismos.

Los varones, por lo general, cumplen las mismas funciones pero en mayor cantidad y tiempo, sometiéndose en muchas ocasiones a grandes temperaturas cuando preparan el horno donde proceden a cocinar el barro moldeado, y como resultado final se tiene el ladrillo de diversas dimensiones, formas y tamaños.

La mayor parte de sus clientes no son de Tarija, sino del norte del país, de Potosí, Tupiza, Villazón y el ladrillo es transportado en cantidades que sobrepasan las 2.000 unidades.

“No siempre vendemos todo y si lo hacemos es de vez en cuando, siendo que en Tarija vendemos muy poco, ya que la mayor cantidad se va para el norte y en Tarija muchas veces para el campo o para poblaciones de la zona alta como Yunchará, Iscayachi u otros sectores”, precisó Martín.

CONOCIMIENTOS ADQUIRIDOS EN ARGENTINA

Los miembros de la familia Aucatoma comenzaron primero a trabajar en pequeñas construcciones como ayudantes de albañil, y poco a poco se fueron independizando hasta obtener contratos propios y juntar dinero para irse a la Argentina.

En el vecino país las cosas –en un inicio– no se dieron como esperaban, no pudieron conseguir un trabajo rápidamente. A través de unos amigos, Martín Aucatoma, de 52 años, y sus dos hijos Emilio (26) y Daniel (24), lograron conseguir un empleo en una fábrica de cerámica, donde adquirieron los conocimientos y la experiencia, que hoy los aplican en su propio negocio.

“Los primeros días no eran muy fáciles para nosotros, puesto que aún no sabíamos mucho del rubro y teníamos que trabajar varias horas y someternos a altas temperaturas, puesto que estábamos donde hacían coser los ladrillos y eran grandes hornos que funcionaban a leña, luego pasamos a la parte de moldeado y así poco a poco estuvimos en diversas áreas, lo que nos ayudó a saber más de este trabajo”, explicó Emilio Aucatoma, el hijo mayor.

Jujuy y Salta fueron las ciudades argentinas donde pasaron los últimos cinco años trabajando con una baja remuneración.

Los años de experiencia en este lugar hicieron que la familia Aucatoma decidiera nuevamente volverse a su tierra y emprender por sí sola la fabricación de ladrillos.

CASA ALQUILADA

En sus dos años de trabajo, esta familia aún no logró juntar el dinero necesario para comprarse un terreno propio y por ende construir una vivienda, por ello alquiló una casa que está ubicada al final de Tomatitas, a unos 13 kilómetros de la ciudad.

La vivienda es precaria, las dos habitaciones que ocupan los integrantes de la familia son de cuatro metros de largo y tres de ancho, construidos con adobe y techo de calamina.

El amplio patio con que cuenta el inmueble es utilizado para hacer secar el ladrillo recién moldeado, a unos diez metros se encuentra el horno casero y la leña acopiada para ser empleada en la cocción del ladrillo.

“Estamos esperanzados en conseguir más dinerito y comprarnos de repente este mismo lugar, o en su caso ver otro lugar, pero para ello esperamos que nos acompañe la suerte, debido a que a veces vendemos bien nomás y a veces nada, pero creemos que lo lograremos”, comentó Daniel Aucatoma.

(RECUADRO)

PÉRDIDAS POR CAUSA DE LAS LLUVIAS

Actualmente las lluvias mermaron los ingresos de esta familia, debido a que los ladrillos moldeados, listos para ingresar al horno, se deshicieron por el agua caída que acabó con gran parte de la producción.

“Cuando llueve es jodido”, afirmó el hijo mayor, mientras apilaba gran parte de los ladrillos en el horno para ser cocidos. “En estos días hemos perdido más de 3.000 ladrillos, que es el sacrificio de varios días de escavar, de moldear y hacer secar, puesto que el agua los humedece y hace que pierdan forma y si lo ponemos así se rajan y es un mal producto”.

Cuando la época es soleada y no hay viento, la producción se acelera. Se tarda cuatro días seguidos en hacer cocer por lo menos 1.000 ladrillos. El calor del horno debe sobrepasar los 40 grados de temperatura durante todo este tiempo.

El hijo menor, Armando (13), quien estudia en una de las unidades educativas de la zona, comentó que en sus tiempos libres ayuda también a su padre y a sus hermanos a producir ladrillos. Su especialidad es trasladar en carretilla la cerámica lista para que ingrese al horno.

“A mí no me hace menos trabajar con barro, a pesar de que mis compañeros saben que toda mi familia se dedica a este trabajo, algunas veces se hacen la burla porque estoy con barro, pero eso no es motivo para que yo no vaya al colegio y me supere, más bien me da más ganas de seguir adelante y espero algún día terminar el colegio y poner mi propia empresa, no se tal vez mi propia cerámica”, manifestó Armando, siempre con una sonrisa en el rostro.

La familia Aucatoma es un ejemplo, que a pesar de los difíciles obstáculos que le puso la vida, siempre supo salir adelante y espera que en los próximos días se concrete un contrato con una empresa de cerámica de la ciudad de Cochabamba, a la que espera vender más de 50 mil ladrillos.

“A mí no me hace menos trabajar con barro, a pesar de que mis compañeros saben que toda mi familia se dedica a este trabajo, algunas veces se hacen la burla porque estoy con barro, pero eso no es motivo para que yo no vaya al colegio y me supere, más bien me da más ganas de seguir adelante”

No hay comentarios:

Publicar un comentario