domingo, 30 de diciembre de 2018

Árboles de paja para una Navidad artesanal



Es fin de año y los hogares bolivianos comienzan a ataviarse para la Navidad con adornos importados o producidos en el país, como las coronas y arbolitos de paja hechos por Eustaquia Flores, una talentosa artesana que busca mantener una tradición familiar.

“Poco a poco voy tesando y voy armando y dando forma”, detalla Flores a La Razón en su taller de Vino Tinto, mientras elabora una figura cónica bajo la cual se colocarán los regalos que una familia boliviana o extranjera abrirán tras la celebración de la Nochebuena.

Pero fabricar una artesanía de este tipo no es fácil. El trabajo comienza en octubre e incluso antes con la recolección de la paja que luego limpian, miden y separan para convertirla después en arbolitos o roscas navideñas.

Los filamentos, luego, son cortados con un serrucho para darles un tamaño único y se los ensambla a un alambre preparado para ese fin. Cuando el futuro ornamento tiene un buen tamaño, se le da con unas tijeras la forma que se quiere, se lo tiñe en una solución que hierve y se lo une a una base de estuco o de otro material.

La decoración empieza en noviembre y continúa en diciembre y puede incluir una cobertura hecha con una mezcla de carpicola y plastoformo picado —que simula la nieve— y la colocación de cintas y miniaturas, como campanas, esferas, muñecos y estrellas.

Este trabajo es duro, porque para recolectar la paja “debo andar bastante”. “Voy a las laderas” de la ciudad, “a los cerros y montañas” que la rodean y “hasta mi pueblo”, cuenta Adela Mamani, artesana de Tiwanaku, provincia Ingavi, quien desde hace tiempo vive y tiene su taller en El Alto.

“Yo voy a Chijini y hasta la Cumbre, tengo que ir escogiendo, la paja tiene que ser dura y verde”, indica a su vez Flores.

“Sufrimos para conseguir la paja y para recogerla tenemos que ir al lado de Totorani subiendo por Chasquipampa, detrás de Apaña”, detalla por su lado Héctor Huanca.Todo este esfuerzo se puede apreciar en un eventual mercado que se instala desde el 15 de noviembre en la calle Tarija, entre Illampu y Linares, en el centro de la sede de gobierno.

“Nosotros somos mayoristas, aquí nos vendemos. Aquí vienen a abastecerse para otras ferias, para la zona Sur, El Alto, para el interior y exterior”, dice Mamani, cuyos arbolitos de 13 centímetros se venden a Bs 70 la docena.

“Mis confecciones han llegado hasta Argentina y Chile”, cuenta con orgullo Flores, quien exhibe su oferta desde las cinco de la madrugada hasta las ocho de la mañana.

La docena de coronas grandes de la familia Flores está en Bs 220, las medianas en Bs 150 y las pequeñas en 130. El precio del arbolito más grande (de unos 80 centímetros) está a su vez en Bs 150.

Mercado. “Nuestros productos mandamos al por mayor. Esta feria se destaca porque todo es artesanal, hecho con nuestras manos”, así “peleamos con los productos de China, que cuestan más barato que lo nuestro y el Gobierno no hace nada por evitar que ingresen”, lamenta Huanca, secretario general de la Asociación de la Feria Navideña, la cual tiene más de 70 años de trayectoria.

“Por ejemplo, una corona china cuesta hasta Bs 5 y lo nuestro está en Bs 10, hay competencia desleal. Hemos pedido al Gobierno que se nos reconozca, pero jamás nos escuchan, no nos valoran”, insiste Huanca.

“Lo chino nos quita trabajo, no sirve y es de plástico y de mala calidad, pero entra muy fácilmente. En cambio, lo que yo hago me ayuda para tener dinerito en fin de año”, señala Mamani.

Los artesanos que tienen sus puestos en el lugar comercializan sus productos a minoristas que luego los venden en toda La Paz y El Alto, pero también en los Yungas, Cobija, Cochabamba, Beni, Santa Cruz, Sucre, Llallagua, Tarija, Bermejo y hasta en ciudades de otros países.

“Yo he nacido en esta feria. Tengo 45 años y la artesanía la vamos aprendiendo generación tras generación; y si yo fallezco, mis hijos también van a quedar con la artesanía”, asevera Huanca, mientras muestra la pequeña chujglla (choza) y los arbolitos que hizo con paja de la cordillera.

Como él, Flores y Mamani aprendieron también de muy jóvenes el oficio de sus respectivos padres. “Mi mamá antes elaboraba y poco a poco nosotros hemos ido mejorando (...). Ahora ya estoy innovando con estrellas” en los arbolitos, dice la primera, quien logró construir su casa con su trabajo artesanal.

“Cada que llega fin de año me hago estos arbolitos y coronas naturales de todo tamaño”, cuenta a su vez Mamani.

“El resto del año me dedico a la manufactura”, agrega Huanca.

“Esto yo hago para tener ingresos económicos, para que mis niños tengan su Navidad, para su felicidad, por lo menos para comprarles ropita, porque hoy es difícil ganarse un peso. Es muy difícil hacer, pero vale la pena”, concluye Eustaquia Flores.






No hay comentarios:

Publicar un comentario