viernes, 8 de marzo de 2013

El Alto acoge a unas 25 mil microempresas que generan 165 mil empleos



Un día de 2005, el entonces alcalde de El Alto, José Luis Paredes, tomó entre sus manos un cubrecamas elaborado en esa urbe. No creyó la procedencia de tan fino producto. “¿Lo hacen aquí?”, preguntó, incrédulo, a Mario Vera, el propietario de la empresa Veratex, en la zona Cosmos 79. Y volvió a lanzar la consulta: “¿Está seguro que lo hacen acá en El Alto?”. Ocho años después, Vera recuerda, con una mezcla de humor y orgullo, esa anécdota.

El orureño se afincó en esta urbe, desde donde se convirtió en un pequeño industrial. Su negocio es una de las 25 mil micro y pequeñas empresas (mypes) que generan 165 mil empleos directos en El Alto, según Germán Tarqui, secretario de Relaciones de la Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (Conamype). “Ésta es una muestra de que es la ciudad de las microempresas, porque, además, las más grandes empresas de La Paz se subieron a El Alto”.

Más datos avalan esta denominación postulada por Tarqui: Santa Cruz, el departamento de mayor pujanza económica, cuenta con al menos 20 mil mypes, seguida por Cochabamba, con 15 mil. Más todavía, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) informa que el aporte alteño a la torta de la economía del departamento de La Paz en 2011 alcanzaba a 25%, y a 6% en el ámbito nacional. “El Alto tiene una alta presencia en la economía boliviana con textiles, muebles, metalmecánica y alimentos”, resume Rosario Quisbert.

Desafíos. No obstante, las fuentes laborales que son fomentadas por estas micro y pequeñas empresas, en muchos casos familiares, “aún son precarias”, de acuerdo con el Centro de Estudios para el Desarrollo, Laboral y Agrario, o sea, no brindan los beneficios laborales. Y estas mypes deben lidiar, aparte, con el contrabando y los productos chinos, su principal competencia. Tarqui añade que al menos 30% de la población alteña (estimada en un millón) se dedica a la artesanía y al rubro de las micro y pequeñas industrias.

Hay alteños que demostraron su temple en la “guerra del gas” de octubre de 2003, y otros, años después, demuestran similar carácter en el trajín diario de las mypes, luchando contra viento y marea para impulsarlas. Un ejemplo es la cristalería de la Asociación de Artesanos de Cristalería (ADAEC), cerca de la ciudad periurbana de Viacha. Allí, sus 16 miembros son extrabajadores de una fábrica de vidrios que quebró hace dos décadas y reclamaron sus beneficios sociales después del cierre de la factoría. “El juicio fue hasta el Tribunal Supremo de Justicia de Sucre y los dueños ganaron y no nos pagaron nada”, rememora, apenado, Iván Boyán, el responsable de ADAEC.

Pese a ello, los obreros no se rindieron y se unieron para instalar un pequeño horno. Bregaron mucho para que el Banco de Desarrollo Productivo (BDP) los apoye con créditos. Sin embargo, cuando todo iba por buen camino, una granizada tumbó el tinglado del taller. Hoy todavía se pueden ver los trozos de los muros que se cayeron por el peso.

La asociación empujó de nuevo el emprendimiento. Y el esfuerzo rindió frutos. Actualmente brinda trabajo a 80 personas, la mayoría jóvenes, y otros 3.000 empleos indirectos para individuos que recolectan el vidrio para reciclarlo, y luego, sirva para la elaboración de vasijas, vasos, jarras, copas, floreros, hieleras, aparte de serigrafía en vasos y artesanías. “En carnavales y fin de año tenemos mucho trabajo y es desde Santa Cruz desde donde nos piden camiones de vasos”, explica Boyán. La pequeña empresa ahora camina sola, pero uno de los sueños que tiene es que la Aduana pueda cederle unos ladrillos refractarios que se hallan olvidados en sus depósitos desde hace 35 años.

Otra historia de pujanza es la de la familia Vera, que igual libra una batalla sin cuartel con la internación ilegal de mercadería que inunda el mercado de textiles en el país, empero, el propietario de Veratex, Mario Vera, resalta que sus clientes aprecian la calidad de su oferta made in El Alto. Junto a su hijo Gróver, armaron este proyecto que es capaz de diseñar inimaginables productos hechos “en algodón 100%”, remarca el primero.

En la textilera de los Vera, cerca del estadio Cosmos 79, se hacen paños de alpaca, vicuña, cubrecamas, gasas y, en el pasado, incluso casimires. Mario tiene 68 años de edad, y lleva más de 40 en el rubro. Muestra, con orgullo, las máquinas urdidoras, las teñidoras y otras que permiten que sus creaciones no tengan nada que envidiar a las de otras naciones. “Cuando empezamos, hace unos 15 años, un chinito nos trajo un cliente que quería 20 mil forros y nos amanecimos para cumplirle”, recuerda el reconocido técnico textilero, que capacitó a sus pares peruanos en la capital Lima.

Veratex tiene 14 operarios, todos son alteños, destacándose las cholitas. “Son muy hábiles y, sobre todo, muy responsables. No juegan ni ríen”, describe Mario. “Aquí podemos hacer de todo, lo único que nos falta hacer es el alambre tejido”, comenta, con picardía, Gróver.

MILANI. Mientras los Vera apuestan por los textiles, Germán Tarqui y su pequeña empresa Milani se abren paso con la confección de uniformes deportivos para colegios, promociones e instituciones, con diseños exclusivos para niños, jóvenes y adultos. A ello se suma que esta mype puede efectuar el hilado acrílico en algodón e hilo. En sus instalaciones de El Alto y La Paz genera 15 empleos, y la mayoría de sus empleados son mujeres.

Cuando a Tarqui se le pregunta por el contrabando y la ropa usada, mueve su cabeza y cambia el semblante de su rostro. “La ropa usada y china son la peor competencia que tenemos. Como hacen en otros países, se debería llevar la ropa usada a las provincias, y así gradualmente se irá perdiendo”.

En este 28 aniversario de El Alto, Vera, Boyán y Tarqui aprovechan la ocasión para agradecer a esta ciudad por las oportunidades que brinda a los emprendedores. “Soy un alteño de corazón”, indica Tarqui, y segundos después muestra una bandera de la urbe y una máquina rectilínea Stoll capaz de hacer una chompa clásica en 17 minutos.

Con tristeza, cuenta que hace unos años, cuando estuvo a punto de firmar un convenio para proveer uniformes escolares en el marco del bono municipal Wawanasataki (para nuestros niños), los dirigentes de los padres de familia de El Alto le pidieron una comisión a cambio de la firma. No importa, no dejar de creer en el futuro económico alteño. “Es el futuro de los pequeños y microempresarios, no sólo de La Paz, sino de todo el país”.

LOS OTROS RUBROS DE LAS MYPES

Metalmecánica • En la urbe alteña se fabrican carrocerías de vehículos de transporte pesado que llegan a los mercados del interior del país.

Reciclaje • El reciclaje es otro de los negocios que va viento en popa en esta ciudad, donde decenas de tiendas compran metal, plástico y otros materiales.

Juguetes • Kuper es una pequeña empresa artesanal que diseña autos y tractores de metal a escala.

El empleo seguro es el desafío

La creación de empleos seguros, de largo plazo, es el principal reto de las micro y pequeñas empresas de El Alto, opinan técnicos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) y del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

“El trabajo en la ciudad de El Alto todavía es informal, pasajero. Allí se necesitan empleos a largo plazo y con población asegurada”, explica Rosario Quisbert, funcionaria del IBCE.

Por su lado, Silvia Escóbar, del CEDLA, sostiene que el empleo en esta urbe aún es precario. “En el sector de las industrias grandes, empresas constructoras, servicios de salud, educación, empresas menores, existen niveles de precariedad, incluyendo a los trabajos familiares que ocupan talleres y parte de la microempresa”.

Precariedad. Según un estudio del CEDLA de 2011, sobre calidad de empleo en El Alto, el 78,1% de los trabajadores no asalariados se desempeña en condiciones de precariedad extrema, el 1,9% en precariedad moderada y el 20% en no precarias.

La realidad es otra entre los trabajadores asalariados, de los que el 49,2% opera en condiciones de precariedad moderada, el 38,8% en precariedad extrema y el 12,1% en no precarias.

Esta institución da cuenta de que hace dos años había 15.099 desempleados varones en El Alto y que la tasa de desempleo era de 6%. Mientras que 20.179 mujeres estaban sin trabajo y que la tasa de desempleo llegaba a 9% entre las del sexo femenino.

Trabajos. Iván Boyán, responsable de la Asociación de Artesanos en Cristales (ADAEC), considera que pese a todas las limitaciones, las pequeñas empresas artesanales alteñas generan empleo en la ciudad de El Alto. “Aquí trabajan 80 personas, pero tenemos entre unos 3.000 y 4.000 empleos indirectos en la recolección de botellas”, añade.

Esta organización paga hasta 80 centavos por cada kilo de vidrio comprado, mientras que los operarios ganan, en promedio, Bs 64 por jornada, lo que significara unos Bs 1.884 mensuales.

En 2011, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario indicó en un informe que los salarios en la urbe alteña son menores a Bs 700 y que se hallan relegados de la cobertura de seguridad laboral y jubilación.

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