domingo, 31 de octubre de 2010

Blondel lidera en confección de uniformes institucionales

“No tenemos competidores que nos pisen los talones”, expresa con entusiasmo el gerente general de Blondel SRL, empresa que desde 1996 avanzó paso a paso en el segmento de la confección de uniformes tipo sastre de instituciones públicas y privadas.

“Tenemos pocos Clientes pero los pedidos son grandes, 1.000 o 1.2000 trajes en cada compra”, precisó respecto a la dotación de uniformes que generalmente se confeccionan en telas livianas, algunos piden telas más gruesas.

Calidad y precio se equilibran para satisfacer a los compradores. “La persona más infiel es el cliente porque anda probando permanentemente. Eso es lógico y difícil de complacer”, manifiesta. Sin embargo, la clave del éxito de su crecimiento es justamente la calidad del producto. “En eso marcamos el paso y en la provisión del servicio que ofrecemos”.

Por ello, también exigen calidad, diseño y volumen a sus proveedores. “Exigimos a las empresas que cuenten con una certificación internacional de calidad ISO”. Blondel SRL también trabaja en este objetivo.

La empresa se fundó en septiembre de 1996 pero fue un mes después que empezó a operar. Tenían que competir con empresas extranjeras en la confección de ropa tipo sastre. “Se dice confección tipo sastre porque el producto ya no lo hace un sastre, el proceso de producción está semindustrializado”, precisa.

Han dividido las operaciones y cuentan con personal que sólo se dedica a la parte de corte, confección de cuellos o bolsillos, pegado de botones, planchado, etc. “Esta especialización hace que el proceso sea más rápido y tenga un nivel de calidad estándar”.

Llegar a esta fase de operaciones tomó su tiempo. Cuando empezaron eran tres personas. “Además de gerente era portero, mensajero, secretaria, vendedor, servía el café para los costureros”, recuerda Blondel.

Con el paso del tiempo empezaron a contratar a sastres externos. “No crecíamos en número de empleados pero sí en volumen de producción; un 70% de la producción estaba fuera de la empresa. Sin embargo, nos dimos cuenta que la calidad se iba perdiendo porque no podíamos controlar a todos. Decidimos cambiar y nos enfrentó al reto de replantear la forma de trabajo”.

Hoy cuentan con 36 empleados; tienen un sastre que dirije la operación; un ingeniero industrial organiza las áreas y controla el volumen de trabajo y la calidad.

Enfatiza que “el rubro de la confección es intenso en contratación de mano de obra; por más maquinaria moderna que tengamos, son manejadas por personas. Lamentablemente, ningún gobierno le dio importancia a este rubro; varios lanzaron pompas y discursos. Las autoridades actuales tienen la intención de hacer algo por los rubros intensivos en empleo. Estamos esperando”.

Blondel SRL tiene competencia. “Lo bueno de esto es que el dinero se queda en Bolivia y ya no se va a proveedores de países vecinos. Hay mucha mano de obra boliviana haciendo ropa para bolivianos y los ingresos son para el país”, expresa el ejecutivo.

Aunque aclaró que falta la producción de insumos en el país porque “estamos obligados, por nuestros volúmenes a comprar telas de lana en Chile y Perú principalmente”. Esas empresas ahora miran a Bolivia como un gran mercado. “Ese es un gran logro”.

Imagen corporativa

La empresa tiene que importar telas de lana de Chile y Perú, situación que para sus dueños muestra la falta de apoyo a los emprendedores nacionales. Asimismo, la compra de botones y cierres de empresas norteamericanas advierte sobre la reducida capacidad de empresas locales para atender al mercado nacional.

La calidad gana frente al precio

“Hay gente que está dispuesta a pagar un poco más por un producto bien hecho”, sostiene Luis Fernando Blondel. Tuvieron que pelear con la experiencia de empresas extranjeras, pero “encontramos el resquicio en el mercado para ser los mejores en el país y lo logramos”.

Esto sucedió hace unos cinco años atrás recordó con orgullo porque fueron ellos quienes provocaron este cambio. Es que el problema común para las grandes empresas nacionales y entidades públicas que demandan este producto, era la falta de un proveedor nacional serio que atienda volúmenes, calidad y precio”. Acudían a empresas establecidas en Perú, Colombia y Chile.

“Nuestro primer experimento fue atender un pedido del Banco Central de Bolivia y nos fue muy bien; quedaron contentos porque resolvimos el problema de ser un buen proveedor” y “sacamos” a la competencia externa, recuerda con orgullo.

Reitera que “no es fácil, llegar hasta acá. Nos tomó 16 años y hemos entendido que si bien Bolivia es un mercado de precio también demanda calidad”.

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